Sergio Gómez anuncia que la cita será el inicio de un proceso de unidad popular contra el modelo neoliberal de Moreno Bonilla y la subordinación histórica de Andalucía. Un encuentro para pasar «del malestar compartido a la acción colectiva»
TuPeriódico (TP)— Desde que se lanzó el 1 de agosto, el manifiesto «Andalucía se levanta» ha recogido ya casi 600 firmas y miles de comentarios en redes, con nombres muy destacados de la política, la cultura y la sociedad civil. ¿Qué lectura hace de que en tan poco tiempo el manifiesto haya reunido cientos de firmas y tanto eco en redes?
Sergio Gómez— Andalucía tiene necesidades históricas y necesita respuestas. La respuesta amplia al manifiesto «Andalucía se levanta» refleja una sensibilidad colectiva que va más allá de sectores concretos. Que casi 600 personas lo hayan firmado en menos de un mes —y que haya generado miles de comentarios en redes— indica que ha tocado una fibra común entre muchos andaluces y andaluzas. Esto suele ocurrir cuando un texto canaliza un malestar latente, una demanda de dignidad, de visibilidad o de cambio que llevaba tiempo acumulándose.
La presencia de nombres destacados de la política, la cultura y la sociedad civil también muestra que el manifiesto tiene credibilidad y una capacidad real de aglutinar voces diversas. Esa transversalidad le da fuerza, porque no se percibe como patrimonio de un grupo reducido, sino como una expresión coral.
Esta respuesta tan amplia puede interpretarse como un síntoma de que en Andalucía existe una necesidad de replantear su papel, su narrativa y sus prioridades dentro del conjunto del Estado. Y cuando una iniciativa logra articular esa necesidad con claridad, la sociedad responde.
TP— Entre los firmantes hay cargos públicos y orgánicos de varios partidos, activistas, voces del mundo de la cultura como Javier Aroca, Juan Pinilla o Pilar Távora, académicos como Joaquín Urías o Javier Pérez Royo, referentes de la música como Fernando Madina de Reincidentes o Manuel Gerena, además de sindicalistas, sanitarios, profesoras, juristas… ¿Cómo explica que un texto andalucista logre sumar voces tan distintas —desde el mundo cultural hasta el sindicalismo— en torno a un mismo diagnóstico?
Sergio Gómez— La participación de figuras reconocidas como Javier Aroca, Pilar Távora o Joaquín Urías, entre otros nombre, aporta peso intelectual y simbólico, pero lo más potente es la pluralidad del conjunto.
Esa transversalidad indica que el mensaje conecta con algo profundo: un deseo de que Andalucía recupere voz propia, de que no se conforme con un lugar subalterno, y de que se aborde con seriedad la desigualdad histórica que arrastra. En ese sentido, el manifiesto no sólo es un gesto político, sino también cultural y emocional. Y que tantas voces distintas lo respalden sugiere que estamos ante una corriente de fondo que puede marcar un cambio de ciclo.

TP— Por el contrario, ¿qué opina de las voces discordantes? ¿Hay espacio para luces largas en solitario?
Sergio Gómez— En el contexto actual, marcado por el ascenso de la derecha y la extrema derecha tanto en Andalucía como en el conjunto del Estado —e incluso a nivel europeo—, las voces discordantes adquieren un matiz especialmente delicado.
Por tanto, conviene preguntarse qué consecuencias tiene desentenderse de los espacios colectivos en un momento en que los derechos sociales, las libertades civiles y la cohesión territorial están en riesgo. Frente a una ofensiva reaccionaria que quiere recortar derechos, la fragmentación del campo transformador puede tener un coste muy alto.
En este sentido, las «luces largas en solitario» pueden ser valiosas en términos de análisis o conciencia crítica, pero hoy corren el riesgo de volverse estériles si no se traducen en acción compartida. El momento exige no solo reflexión, sino también construcción de alianzas amplias, con vocación de mayoría, capaces de frenar el retroceso democrático y ofrecer un proyecto de futuro para Andalucía con voz propia.
TP— En el manifiesto se pone de relieve la figura de Blas Infante como referente común y el décimo pilar trata de la profundización del autogobierno, enunciando que el marco autonómico debe ser superado, ¿cree que existe la necesaria identidad soberanista para alcanzar este objetivo?
Sergio Gómez— La inclusión de Blas Infante como referente común en el manifiesto «Andalucía se levanta» y la apuesta por superar el marco autonómico sitúan el texto en una línea política que entronca claramente con una tradición andalucista de raíz popular y transformadora. En ese sentido, no se puede obviar el papel que ha jugado —y sigue jugando— la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT) en mantener viva esa aspiración soberanista andaluza desde una perspectiva de clase.
«El 14 de septiembre no será un gesto: será el comienzo de un nuevo ciclo para el andalucismo popular»
La CUT, desde sus orígenes, ha defendido que la lucha por la soberanía andaluza no puede desvincularse de la lucha por la justicia social. Es decir, que Andalucía no será libre si no es también una tierra sin explotación, sin paro estructural ni subordinación económica al capital foráneo. Esa idea de soberanía integral —territorial, económica, cultural y democrática— ha sido una constante en el discurso de la CUT, y el manifiesto recupera esa visión en un momento en que vuelve a cobrar fuerza.
Históricamente, como bien señala la CUT, Andalucía ha sido objeto de un proceso de «desidentificación política», promovido desde arriba, que buscó desactivar el potencial transformador del 4-D. Eso explica por qué, a pesar del agravio estructural que sufre, Andalucía no ha desarrollado todavía un soberanismo de masas al estilo del catalán o el vasco.
Sin embargo, el contexto actual —marcado por el avance de la derecha y la extrema derecha y la persistencia de las desigualdades territoriales— puede estar reabriendo esa posibilidad. El manifiesto, y las fuerzas que lo impulsan o lo apoyan, apuntan a una repolitización de la identidad andaluza desde abajo, conectada con el hartazgo de una mayoría social que siente que el marco autonómico no resuelve sus problemas.
En ese sentido, el papel de la CUT es clave como referente histórico y político que puede ayudar a articular ese nuevo andalucismo soberanista con coherencia ideológica, pero también con una fuerte raíz popular. Porque si la soberanía no se construye desde los barrios, los tajos, los campos y las aulas, será un discurso vacío. La CUT lo ha entendido siempre así, y ese legado hoy vuelve a ser más necesario que nunca.

TP— ¿Cuál es el siguiente paso en el horizonte de este manifiesto?
Sergio Gómez— El siguiente paso de «Andalucía se levanta» es sin duda el encuentro de las personas firmantes convocado para el próximo 14 de septiembre en Marinaleda, un lugar profundamente simbólico en la historia de las luchas sociales y del andalucismo de base. Esta cita es el inicio de una etapa de construcción colectiva, con vocación política, social y popular.
Será, en ese sentido, un punto de partida. Un espacio de escucha y de reconocimiento mutuo, pero también de compromiso con una acción futura que no se quede en lo simbólico.
TP— ¿Qué hoja de ruta tendrá esa reunión? ¿Un intercambio de ideas, un primer marco común?
Sergio Gómez— Deberían estar presentes todas las personas y colectivos —organizaciones políticas, sindicales, culturales, vecinales, feministas, ecologistas, de la juventud, del mundo rural…— que compartan la necesidad de poner a Andalucía en el centro desde una perspectiva de transformación profunda. Firmantes del manifiesto, pero también quienes aún no lo han firmado y sienten que pueden aportar desde la crítica, la experiencia o la ilusión.
La reunión de Marinaleda está pensada con las puertas abiertas: a quienes vienen de la tradición andalucista, a quienes vienen del municipalismo, del sindicalismo combativo, de los movimientos sociales o de las nuevas generaciones que buscan un horizonte distinto al que ofrece el actual modelo de precariedad, dependencia y olvido institucional.
TP— ¿Quiénes deberían estar presentes? ¿Qué puertas están abiertas?
Todas, salvo las que niegan la pluralidad, la justicia social o la autodeterminación de los pueblos. El manifiesto no plantea exclusiones, pero sí tiene una clara vocación transformadora. Es decir, quien se acerque a este proceso debe compartir al menos el diagnóstico de que Andalucía necesita más que simples reformas: necesita recuperar su voz, su soberanía y sus herramientas para garantizar una vida digna a su gente.
En definitiva, el 14 de septiembre puede marcar el inicio de un nuevo ciclo para el andalucismo popular, si es capaz de pasar del diagnóstico a la organización, de la firma al compromiso y del malestar compartido a la acción colectiva. Y eso solo se logrará si se construye con generosidad, con honestidad y con un profundo respeto a la pluralidad del pueblo andaluz.
«Frente a la ofensiva reaccionaria, la fragmentación tendría un coste altísimo: Andalucía necesita un frente común».
TP— En un tiempo donde la izquierda parece más fragmentada que nunca, ¿cómo se consigue que esta reunión no sea solo un gesto, sino un verdadero inicio de unidad?
Sergio Gómez— La experiencia nos dice que los gestos sólo cobran sentido si se transforman en acciones concretas. En este sentido, la elección de Marinaleda como sede es un símbolo poderoso: representa una forma de hacer política basada en la coherencia, la lucha por Andalucía y la solidaridad. Inspirarse en figuras como Juan Manuel Sánchez Gordillo, que ha demostrado que la unidad se construye desde el compromiso y la acción concreta, puede ayudar a que esta reunión sea el comienzo de un proceso duradero y transformador.
En un tiempo donde la izquierda aparece fracturada y a menudo atrapada en debates internos estériles o en lógicas electoralistas, la figura de Sánchez Gordillo representa otra manera de hacer política. Su liderazgo, forjado en la calle, en las ocupaciones de tierras y en las instituciones desde una posición de ruptura, demuestra que es posible construir poder popular sin perder la ética ni la dirección de clase.
TP— ¿Cómo se va a garantizar que no se quede en un frente de siglas y que también participen movimientos sociales, sindicales y ciudadanía de base?
Sergio Gómez— Este riesgo es real, y la única forma de evitarlo es garantizando que la convocatoria, el desarrollo y el resultado estén guiados por una lógica inclusiva y no por cuotas ni hegemonías. Los movimientos sociales, sindicales, plataformas vecinales, colectivos juveniles, feministas, ecologistas y ciudadanía organizada deben tener un papel central.
Eso implica que la metodología del encuentro sea participativa y horizontal, que no haya documentos cerrados de antemano ni liderazgos impuestos, y que se entienda que la legitimidad hoy reside en la capacidad de movilizar desde abajo.
«La soberanía andaluza no es un eslogan: es trabajo, tierra, vivienda y dignidad».
TP— ¿Qué papel jugará Marinaleda como símbolo y espacio de acogida para esa unidad?
Sergio Gómez— Marinaleda es un símbolo vivo. Un símbolo de que otra Andalucía es posible, basada en la autogestión, la justicia social y el poder popular. Elegir Marinaleda como sede no es casual. Marinaleda representa una forma de hacer política con la coherencia, la dignidad y la capacidad de lucha necesarias.
Está claro que Marinaleda ofrece un marco de confianza, alejado de las lógicas institucionales que tanto han desgastado a la izquierda. Además, sigue siendo un referente político que demuestra que muchas de las ideas que hoy se debaten (soberanía alimentaria, vivienda digna, participación real) ya se han puesto en práctica a pequeña escala.
Marinaleda puede ayudar a recordar que la unidad no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para mejorar las condiciones de vida del pueblo andaluz.
TP— Andalucía ha vivido muchas veces intentos de unidad que no han cuajado. ¿En qué se diferencia este llamamiento de los intentos de unidad que en el pasado no cuajaron?
Sergio Gómez— Es cierto que Andalucía ha vivido numerosos intentos de unidad que, con el tiempo, se diluyeron o quedaron atrapados en dinámicas internas, luchas de siglas o falta de arraigo popular. La diferencia clave de «Andalucía se levanta» es que parte de un llamamiento amplio, transversal y profundamente político que nace desde el malestar compartido y el deseo de transformación real. La gente en Andalucía está pasando verdaderas necesidades y hay que mejorar sus condiciones de vida.
Lo que distingue a este manifiesto es su capacidad de haber conectado con múltiples sensibilidades —del mundo sindical, cultural, académico, político y social— sin imponer una hoja de ruta cerrada ni una identidad única. Es un punto de partida, no un producto acabado. Y eso lo convierte en algo vivo, en construcción, con vocación de proceso y no de consigna.
Además, a diferencia de otros intentos que surgieron desde cúpulas o acuerdos tácticos entre partidos, «Andalucía se levanta» pone en el centro la voz del pueblo andaluz, recuperando referentes históricos como Blas Infante y reivindicando un horizonte político claro: más autogobierno, soberanía económica y justicia social.
TP— ¿Cuál es la aportación que este movimiento quiere hacer al debate político en Andalucía y en el Estado?
Sergio Gómez— La aportación es clara y profunda: colocar a Andalucía en el centro como sujeto político con voz propia, con capacidad para cuestionar el modelo territorial, económico y social vigente, y para proponer alternativas desde una mirada andaluza, popular y transformadora.
Durante demasiado tiempo, Andalucía ha sido tratada en el debate estatal como un territorio periférico, subalterno o meramente electoral. Este movimiento rompe con esa lógica. Viene a decir que Andalucía no es solo un lugar que sufre desigualdades, sino también un pueblo con dignidad, memoria histórica, identidad política y voluntad de decidir su futuro. Y eso tiene implicaciones muy serias para el modelo de Estado.
«Marinaleda demuestra que otra Andalucía es posible y que no basta con discursos: hay que organizarse desde abajo»
En el plano andaluz, el manifiesto propone repolitizar Andalucía, recuperar el orgullo y el proyecto que inspiraron el 4-D, pero llevándolo más allá del marco autonómico, que hoy se percibe como agotado. Es una invitación a repensar el autogobierno no solo como gestión, sino como capacidad real de transformar las condiciones materiales de vida de la gente.
TP— La CUT, por su parte, inicia ahora una campaña de afiliación, que conducirá a un congreso en meses próximos, ¿qué horizonte abre esto para el andalucismo de clase?
La Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT) inaugura una nueva etapa con una campaña de afiliación abierta, que no solo busca reforzar su estructura organizativa, sino también revitalizar su papel como herramienta política y sindical en Andalucía. Esta campaña culminará en un congreso que se celebrará en los próximos meses, donde se debatirá colectivamente el rumbo que debe tomar la organización ante los desafíos actuales.
La CUT, con su historia ligada a la lucha obrera, el andalucismo de clase y la defensa de la soberanía popular, plantea esta fase como una reactivación política desde la base, en un momento de desgaste institucional, desmovilización y crisis profunda de la izquierda. Es una invitación a construir organización popular desde abajo, con independencia, coherencia ideológica y vocación transformadora.
TP— A este respecto, ¿tendrá la CUT recorrido político propio?
Sergio Gómez— Todo apunta a que sí. La CUT siempre ha mantenido un perfil político propio, aunque a veces haya caminado en alianzas más amplias. Su identidad está claramente definida: soberanía andaluza, socialismo, feminismo, ecologismo y poder popular. No depende de coyunturas electorales ni de dinámicas externas, y eso le permite plantear una estrategia a largo plazo, centrada en la organización territorial, la intervención sindical y el impulso de un andalucismo combativo.
En un contexto donde la barbarie parece haberse normalizado, el espíritu de la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT) siempre ha sido de solidaridad y compromiso con los pueblos oprimidos de la Tierra. Por tanto, aprovecho esta entrevista para expresar nuestra más firme solidaridad con los pueblos del Sáhara Occidental y Palestina, víctimas de la ocupación, la represión y la vulneración sistemática de sus derechos. Desde una posición internacionalista y comprometida con la justicia social, la CUT denuncia el colonialismo marroquí en el Sáhara y el apartheid israelí en Palestina. Reafirma su apoyo al derecho a la autodeterminación de ambos pueblos, exigiendo el fin de las agresiones y la complicidad internacional que las sostiene. La lucha de estos pueblos es también la lucha de quienes defienden la dignidad, la libertad y la soberanía de los pueblos oprimidos.
«Este manifiesto no viene de acuerdos de despacho, sino del hartazgo de un pueblo que se niega a seguir de rodillas»
El próximo congreso será clave para definir si ese recorrido político toma forma en nuevas alianzas, en una mayor visibilidad institucional o en una estrategia centrada en lo social. Pero lo que está claro es que la CUT no renuncia a ser un actor político con voz propia en el debate andaluz, ni a aportar desde su experiencia a procesos más amplios como el que impulsa «Andalucía se levanta».
TP— ¿Qué mensaje lanza a quienes hoy miran a la política y no se sienten representados?
Sergio Gómez— A quienes en Andalucía sienten hoy que no tienen representación política real, que miran a las instituciones y no se ven reflejados, que viven con frustración, desencanto o incluso resignación… les diría que no están solos ni solas. Que ese malestar no es individual ni culpa suya: es el resultado de un sistema que ha fallado —una y otra vez— a una tierra rica en historia, cultura y dignidad, pero empobrecida por políticas de abandono, precariedad y dependencia.
Frente a eso, «Andalucía se levanta» no es una solución mágica ni un atajo, pero sí una invitación a volver a creer en la organización colectiva como camino de transformación real. No se trata de esperar a que nos representen mejor, sino de empezar a representarnos a nosotros mismos, desde abajo, con voz propia, con coraje y sin pedir permiso.
TP— ¿Qué escenario espera que se abra a partir del 14S?
Sergio Gómez— Me gustaría que no fuera solo el inicio de un nuevo espacio político, sino el nacimiento de un proceso popular, abierto y plural, donde andaluces y andaluzas de diferentes trayectorias encuentren un proyecto común. Un proyecto que no sea ni nostalgia ni simple gestión, sino una apuesta valiente por una Andalucía con soberanía, justicia social, dignidad y futuro.
El 14 de septiembre puede ser un punto de inflexión. Pero lo verdaderamente importante será lo que hagamos después, juntas y desde la base, para que Andalucía deje de estar de pie solo en los discursos y empiece realmente a levantarse.
Andalucía necesita otro modelo de desarrollo que ponga la economía al servicio del ser humano y sus necesidades; necesita una revolución energética que haga de la energía un sector público e inespeculable; necesita también una revolución urbanística que convierta la vivienda en un derecho de todos los andaluces (Nueva ley de suelo, construcción de viviendas públicas) y, por qué no, una revolución ecológica que aleje a la naturaleza y a sus recursos de la lógica capitalista.
Por tanto, reivindicamos, con toda claridad que este momento exige respuestas inmediatas y profundamente revolucionarias que transformen la vida de la gente en Andalucía.