Con la voz ronca de las arengas, de la discusión asamblearia y la huelga ya pisando la calle, Jesús Galván, delegado del sindicato CTM, contesta al teléfono con el mismo tono que se escucha en las factorías: cansancio, lucidez y una rabia que no se disfraza.
«La patronal se ha cerrado en banda. Después de horas de negociación, ayer, se levantaron los sindicatos socialistas de la mesa. No hay avance. Y ya va siendo hora de cambiar de estrategia.»
Lo que dice Galván no es una nota de prensa. Es una bocanada de frustración acumulada, una mezcla de decepción con los de arriba y dignidad de los de abajo. Habla sin retórica, con la urgencia del que sabe que la política sindical está dejando de representar lo que pasa en las cabezas y las tripas del metal gaditano.
En el centro de su crítica: el contrato fijo discontinuo, esa figura precaria que parece pensada para dar flexibilidad al empresario y desamparo al trabajador.
«Le dijimos a la ministra que ese contrato es un arma. La patronal lo usa como le da la gana. Llaman cuando quieren. Y cuando no, te dejan en el limbo. Así no hay quien levante cabeza.»
También están los pluses tóxicos, que desaparecieron en convenios anteriores y que ahora, con la huelga encima, algunos sindicatos intentan vender como conquista próxima.
«Fueron ellos los que aceptaron quitarlos. Y ahora se quieren colgar medallas porque dicen que los van a recuperar.»
Galván recuerda que no solo luchan por lo que se ha puesto sobre la mesa de negociación, sino por todo lo que sigue fuera de ella: el cumplimiento real del convenio, el reconocimiento de todas las categorías dentro de las factorías y la necesidad de recuperar las asambleas como espacio real de decisión.
«Aquí se convoca huelga sin preguntar nada. Como en 2021. Después se desconvoca igual. Y a trabajar como si nada. ¿Y los incumplimientos? Silencio. Ni los denuncian.»
No es un discurso articulado. Es una declaración de guerra resignada. Una denuncia hecha entre bostezos, con el peso del déjà vu encima, pero sin rendición.
«Hay compañeros en las puertas del Astillero ahora mismo. No sabemos qué va a pasar, pero sabemos que no podemos seguir igual.»
CTM no convoca la huelga, pero llama a secundarla, con la mirada puesta no solo en lo que se firma, sino en lo que se sufre.
«Nos dicen que podríamos tener el segundo mejor convenio del Estado. ¿Y para qué, si luego nadie lo hace cumplir?»
Galván no busca titulares. Habla como si no hubiera tiempo para florituras. Es la voz directa del metal, sin media tinta. Y aunque haya amanecido cansado, lo que dice es de los que no se han dormido nunca del todo.