Nos desviamos desde la carretera que va de Níjar a la barriada de Atochares, nos desviamos por un carril para llegar a los asentamientos de Atochares y Domingo.
Lo primero que nos encontramos, al principio del poblado, es un punto de agua, una pequeña fuente, donde vemos un chico recogiendo agua —agua que no es potable.
Seguimos avanzando y llegamos al poblado. El asentamiento de Atochares en su gran mayoría la construcción de las viviendas es de obra, pero los techos siguen siendo de plástico de invernaderos.
Curiosamente, me encuentro con todo cerrado, y no es que no viva ya allí, es que a pesar de ser sábado, la gente está trabajando en los invernaderos. Hemos entrado en el que es el asentamiento más grande de la provincia de Almería.
Nos acompaña Miquel, de la Asociación Derecho a Techo y miembro del sindicato SOC-SAT.
Miquel— Estamos en el asentamiento más antiguo de aquí, del campo de Níjar. Tendrá unas 500 personas, depende como vaya la cuestión del campo.
Nos cuenta que esta es la parte mejor del asentamiento, no olvidemos que son dos asentamientos unidos; Atochares, la parte baja, y Domingo, la parte alta.
TP— ¿Por qué dices que esta es la mejor parte del asentamiento?
Miquel— Porque en su momento se incendió y nos pilló con material, ya había habido otro incendio, el de la Paula y nos pilló con el material y todos los contactos y a partir de ahí trajimos muchos materiales, nosotros y otras organizaciones, entonces los reconstruyeron, vinieron unos chicos también estudiantes de la Universidad de Granada y también marcaron un poco como tenía que ir
TP— Cuando dices nosotros, ¿te estás refiriendo al sindicato obrero del campo?
Miquel— Sí, al sindicato obrero del campo, claro. Somos los que nos mojamos y entonces se reconstruyó muy bien.
Ahora llegaremos a una fuente de agua, pero que no es potable es agua que se utiliza para regar, aunque aquí la gente la utiliza para todo. El agua en un asentamiento es muy importante porque la gente trabaja en el campo y necesita ducharse si no enferma, ahora prácticamente todos los patrones les dejan ducharse, pero bueno, hay algunos que no. Es importantísimo este espacio, está construido por gente de Granada principalmente
Seguimos andando para adentrarnos en el poblado, nos encontramos a un joven de unos 20 años cogiendo agua en una de esas fuentes que construyó el sindicato, le pedimos hablar con él, amablemente se niega, por lo que no insistimos. Muchos no quieren salir en fotos, no quieren que sus familias vean en las condiciones que están a pesar de tener trabajo.
Miquel nos vuelve a recordar una de las grandes problemáticas, de las muchas problemáticas, que siguen existiendo en los asentamientos.
Miquel— A pesar de lo bien que está esta zona, tiene un gran problema que veo que no se ha podido evitar. Y es que los techos, siguen estando cubiertos por plásticos y madera, ¿qué ocurre?, que si hay un incendio el fuego se mete para adentro. Es peligrosísimo y a pesar de todo, así están.
Nos adentramos al asentamiento y curiosamente lo primero en lo que me fijo es en un espacio comunitario, totalmente abierto, techado, con una pizarra sobre una pared. Da la sensación de que este espacio es donde se reúnen y reciben clases de español por parte de voluntarios y ONG´s. Seguimos adentrándonos y apenas nos cruzamos con un par de personas, como antes comentamos, aquí todos trabajan. Nos dirigimos hacia una fuente que está en el centro del poblado.
(Pulsa en cada imagen para verla a mayor tamaño)
Miquel se para junto a otro joven que está cogiendo agua en la fuente.
Miquel— ¿Este agua la utilizáis para beber?
Joven— No, ese agua tiene sal
Miquel— Quería preguntarte una cosa ¿la fuente que le han puesto abajo es agua potable?, ¿la de abajo?
Joven— Está buena, hay algunos que beben
Miquel— Es que a mí me dijeron que iban a poner ahí una de agua que se podía beber.
Joven— Esa está buena
Miquel— ¿Es agua del ayuntamiento de Níjar?
Joven— Sí.
Miquel nos comenta que hace un año, el ayuntamiento de Níjar aún no había realizado la conducción de agua potable al poblado. Preguntamos al joven si podemos hacerle unas preguntas, a lo que accede.
TP— ¿Cuanto tiempo llevas viviendo en el asentamiento?
Joven— Tres años y medio
TP— ¿De dónde eres?
Joven— De Ghana
TP— ¿Trabajas en el campo?
Joven— Sí, trabajo en el campo
TP— ¿A cómo pagan el jornal?
Joven— Pues normalmente, a seis euros y medio la hora, a veces a siete
TP— ¿Os pagan las horas extras?
Joven— Sí, pero echamos ocho horas, pagan las horas que trabajas.
Está claro que los empresarios pagan al mismo precio las horas normales que las horas extras. Miquel aprovecha para comentarle a nuestro joven y a otros tres más que se acercan para hablar con ellos que ya pueden mirar los papeles para el arraigo. «Lo tendríais que ir mirando, ahora se pueden empezar arreglar con dos años, con la nueva ley» les asegura. Los jóvenes le comentan que están informados, «desde el cinco de mayo» afina uno de los ellos. Continuamos con la visita, fotografiando las calles y viviendas por fuera, ya que no queremos interrumpir su intimidad.
Continuamos ahora camino del asentamiento de Domingo. Podríamos decir que es el mismo asentamiento, pero la verdad es que en el tipo de construcción es donde más se distingue un asentamiento del otro. Aquí en Domingo, las viviendas son de madera, palés y plástico, son mínimas las construcciones de ladrillos.
No podemos pasar por alto la falta de higiene, la cantidad de basuras que rodean los asentamientos. Sobre la basura, nos comenta Miquel que muy de vez en cuando, el ayuntamiento pone contenedores y son los propios pobladores de los asentamientos quienes las recogen; a nadie le gusta vivir entre basuras. Pero, por lo que podemos ver debe de hacer mucho tiempo estos contenedores no se han facilitado para que puedan limpiar los alrededores.
Miquel— Aquí se puede ver muy bien de cómo se han construido este tipo de asentamientos, prácticamente todos los que hay por esta zona. Son palets de madera con plásticos, normalmente reutilizados de los invernaderos. Y claro, eso es muy peligroso, porque la madera se incendia con facilidad y el plástico ya no digamos.
«Y no tienes nada que hacer. Yo me he encontrado con algún incendio y sinceramente, no me meto. Me da miedo, porque es que además el plástico vuela».
Conforme vamos caminando, vemos al fondo otra fuente, que más que fuente parece un depósito de plástico, con agua. Nos cuenta Miquel esa fuente también la realizó el sindicato en colaboración y con la ayuda de una asociación inglesa. También nos comenta que hace algún tiempo el ayuntamiento cortó el agua de esa fuente. Dejando a esta parte del poblado sin agua alguna. Teniendo que venir el sindicato para volver a darles agua, aunque no sea potable esta agua, por lo menos les permite tener una mínima higiene, para poder lavarse ellos, la ropa, los enseres de cocina, un mínimo.
«Veo que se ha deteriorado todo un poco en todo este tiempo», asegura Miquel, «La suciedad… Qué pena, ¿no? En algunos momentos pusieron contenedores para la basura, pero esta vez no los he visto, se ve que los han quitado. Eso es una desgracia, porque uno de los problemas de aquí es que puede entrar alguna enfermedad. Y ya no digamos cuando el COVID. Si entra alguna enfermedad así, entonces ya es un desastre».
«Pero bueno, nos encontramos con un Ayuntamiento que no hay forma de hacer, nada por los trabajadores migrantes, ellos (el Ayuntamiento) está en contra de construir cualquier mejora» dice el sindicalista, resignadamente.
Seguimos con nuestra visita y hablamos con un hombre de unos cincuenta años de origen magrebí que lleva 25 años aquí. Hace unos años consiguió traer a su hijo de unos 16 años, los dos trabajan el campo, como todos los del poblado. Vemos un pequeño negocio de panadería que llevan dos mujeres, que no nos permiten hacer fotos ni de ellas ni de su negocio.
Durante nuestra visita, hemos visto pocas mujeres y niños en los asentamientos, aunque se calcula que unos 200 niños viven en los distintos asentamientos.
Con esta realidad se vive en el campo almeriense, con una mano de obra para el campo que se le autoriza a trabajar bajo los plásticos, a más de treinta grados. Donde los contratos no existen, y donde se les obligan a desaparecer en asentamientos, con viviendas a cuál más precarias y en condiciones insalubres. Pero un día tras otro vuelven al invernadero para poder tener algo de dinero para mal vivir y para conseguir mandar algún dinero a sus familias en sus países de origen.
Almería una de las provincias más ricas en renta per cápita, gracias al milagro del invernadero. La denominada Huerta de Europa convive con los más excluidos de la sociedad, los que desaparecen entre los invernaderos, en asentamientos escondidos de la vista de la gente y veraneantes, cuando termina el turno de trabajo.