El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha anunciado este lunes la convocatoria de un congreso extraordinario del partido para este verano. La decisión, formalizada ante el Comité Ejecutivo Nacional, llega apenas unas horas después de que Isabel Díaz Ayuso reclamara públicamente acelerar el cónclave «porque si no al final opina aquí todo el mundo menos los protagonistas».
Más allá del tono distendido con el que Feijóo ha querido enmarcar su anuncio («Vamos a pasar del cónclave del papa al cónclave del PP»), la realidad es que el movimiento responde a una creciente presión interna, en la que la presidenta madrileña ha vuelto a marcar el ritmo de la dirección nacional. Ayuso, en un desayuno informativo, defendió sin ambages que había que adelantar el Congreso para «acallar el runrún» interno. Unas palabras que fueron seguidas, apenas unas horas después, por la rendición de Feijóo a esa urgencia.
La sombra del liderazgo
Dentro del partido, algunas voces ya interpretan este paso como una señal de debilidad del presidente del PP, que ha tardado días en dar una respuesta clara a la creciente inquietud interna. El anuncio de la Junta Directiva Nacional para el 19 de mayo, paso previo al Congreso, no disipa del todo el temor de algunos sectores del partido: que el verdadero objetivo de Ayuso no sea únicamente acelerar los tiempos, sino disputar directamente el liderazgo nacional del PP si el espacio se lo permite.
No sería la primera vez que la dirigente madrileña desafía a la dirección del partido. Su guerra abierta contra Pablo Casado terminó con la caída del entonces presidente popular y allanó el camino para la llegada de Feijóo. Ahora, con un líder que muchos perciben como falto de impulso y sin un relato claro frente al Gobierno de Pedro Sánchez, el riesgo de una nueva ofensiva interna está sobre la mesa.
Ruido de fondo y una estrategia en cuestión
La insistencia en que todos los presidentes autonómicos estarán «arropando» a Feijóo no ha sido suficiente para acallar las sospechas. Tampoco el tono del propio anuncio, que ha sido precedido por días de silencio, filtraciones y nerviosismo en la cúpula popular.
Desde fuera, la jugada suena más a un intento de contener el incendio que a una estrategia firme de rearme político. El Congreso, planteado como una forma de «activar» al partido, podría convertirse en el escaparate de nuevas tensiones si no se cierran filas con rapidez.
La paradoja es evidente: el PP busca mostrar músculo frente a Pedro Sánchez convocando un cónclave que, de momento, solo parece evidenciar su propia fragilidad.