La diputada de Podemos por Granada, Martina Velarde, ha denunciado públicamente el grave acoso que está recibiendo a través de las redes sociales, especialmente en X e Instagram, por parte de grupos organizados de extrema derecha. Estos grupos, que promueven mensajes machistas, racistas y de odio, han utilizado el anonimato para lanzar una campaña de ataques coordinados que incluye insultos, amenazas y la difusión de bulos.
Desde hace semanas, la parlamentaria granadina ha sido víctima de una ola de ataques misóginos que han escalado a niveles alarmantes. Sin embargo, lejos de amedrentarse, ha dado un paso al frente y ha comenzado a exponer públicamente a los perfiles detrás de estos ataques. «Vamos a señalaros a todos. Se acabó el silencio», ha expresado en un gesto de valentía que ha sido aplaudido por cientos de usuarias y usuarios.
Esta acción ha inspirado a muchas mujeres que, al igual que ella, han sido objeto de acoso en las redes, a seguir su ejemplo y hacer públicas las identidades de sus acosadores. Así, lo que comenzó como una denuncia personal se ha transformado en un movimiento de autodefensa feminista frente al odio organizado. Mujeres acosadas en redes sociales están uniendo fuerzas para visibilizar a sus acosadores y denunciar públicamente las amenazas que sufren. Estas olas de solidaridad no solo dan visibilidad al problema del acoso digital, sino que también impulsan un efecto multiplicador que está inspirando a cada vez más compañeras a alzar la voz. Así, figuras mediáticas como Sarah Santaolalla o la cómica Ane Lindane, al igual que la propia Velarde, exhiben en sus muros las personas detrás de las cuentas que hostigan, acosan y propagan el odio.
El anonimato en las redes sociales, que muchos utilizan como escudo para lanzar discursos de odio, ha permitido a estos grupos de extrema derecha llevar a cabo cacerías digitales contra mujeres, inmigrantes y personas del colectivo LGTBIQ+. Sin embargo, lo que estos grupos misóginos no anticiparon es que sus víctimas se alzarían contra ellos, empoderándose a través de la visibilidad y la denuncia pública.
Lo que está sucediendo en este contexto no es solo un ataque a la persona de Velarde, sino una manifestación clara de cómo el odio dirigido contra las mujeres en posiciones de poder busca expulsarlas del espacio público. El acoso político a figuras feministas forma parte de una estrategia más amplia para silenciar y deslegitimar a quienes luchan por la igualdad. Este tipo de violencia digital, que no es un fenómeno aislado, sino parte de una estructura organizada de grupos de extrema derecha, está respaldado por ideologías neofascistas que intentan minar los derechos democráticos.
Este fenómeno no es exclusivo de la representante de Podemos. En el panorama de la violencia digital y el acoso político, otras mujeres han sido víctimas de ataques similares. Cristina Fallarás, periodista y escritora, se ha convertido en una de las voces más visibles contra el acoso machista en las redes. Fallarás ha usado su plataforma para denunciar la violencia digital que muchas mujeres enfrentan, y su firme posición en defensa del feminismo ha desencadenado, como en el caso de la diputada granadina, una reacción en cadena de apoyo y visibilidad.
Fallarás ha estado al frente del movimiento Yo sí te creo, un colectivo que impulsa el empoderamiento de las mujeres para denunciar la violencia de género y el acoso, tanto en el mundo real como en el digital. Su propuesta no solo pone énfasis en la necesidad de una justicia más eficaz, sino que reivindica la importancia de creer en las voces de las mujeres, especialmente cuando se trata de violencia y acoso.
El apoyo de mujeres como Cristina Fallarás y el liderazgo de la parlamentaria granadina abren una puerta al uso positivo de las redes sociales. Mientras que plataformas como X o Instagram pueden ser espacios de acoso y ataques, también se convierten en una herramienta poderosa para el activismo feminista. Las redes sociales permiten a las víctimas del acoso, como la diputada y la escritora, visibilizar sus experiencias y construir una comunidad de apoyo. Esta contraparte, en la que las redes son también un canal para la denuncia, es un recordatorio de que la lucha por la igualdad se libra en todos los frentes, también en el digital.
Lo que comenzó con la denuncia pública de la diputada está generando una ola de apoyo y empoderamiento en toda la sociedad, y muchas otras compañeras han decidido seguir su estela. Así, su acción no solo es un acto valiente, sino que está marcando un precedente y animando a más mujeres a tomar la palabra y denunciar públicamente el acoso y la violencia que padecen. Las redes sociales se están convirtiendo en un lugar donde las mujeres no solo son víctimas, sino también agentes de cambio, luchando por la visibilidad, el respeto y la justicia.
El caso de Martina Velarde no es único. Su compañera en el Parlamento andaluz, Alejandra Durán, ya denunció hace poco la complicidad de la Junta de Andalucía con los discursos neofascistas. En una intervención contundente, Durán acusó al Gobierno de Moreno Bonilla de permitir la exaltación del franquismo y mirar hacia otro lado ante el crecimiento del odio organizado. En este contexto, la denuncia adquirió una dimensión profundamente política, ya que se enfrentaba no solo a los acosadores, sino también a un sistema que permite que estos grupos actúen con impunidad.
Además, esta situación se encuentra en un momento crítico. Recientemente, la Guardia Civil presentó una denuncia contra el grupo «Núcleo Nacional» por incitación al odio. Este es solo un indicio más de que no estamos tratando con simples trolls de internet, sino con estructuras organizadas, que tienen conexiones ideológicas claras y pueden movilizar campañas masivas contra figuras públicas que representan la democracia, el feminismo y la pluralidad.
Es urgente que las instituciones y el sistema judicial tomen cartas en el asunto. La violencia digital no puede seguir siendo un tema tabú. El silencio ante el odio es permitir que avance. Por eso, la acción de la diputada no es solo un acto valiente, sino también una llamada de atención para que tanto la sociedad como las autoridades actúen de manera decidida. La democracia no solo se defiende en las urnas, sino también en las redes sociales, donde el odio y la violencia tienen un espacio cada vez mayor.
Desde Podemos y otros colectivos feministas se reclama mayor implicación de las instituciones para desarticular estas redes de acoso. Las mujeres, especialmente aquellas que ocupan cargos públicos y luchan por la igualdad, no pueden seguir siendo blanco fácil de ataques organizados y, mucho menos, deben sentirse solas frente a estas amenazas.
El mensaje es claro: es hora de romper el silencio y hacer frente al odio. Es hora de empoderarse, visibilizar y denunciar. Porque las mujeres, en política y fuera de ella, tenemos todo el derecho de ocupar el espacio público sin temor a ser acosadas o silenciadas.