He visitado Calais en multitud de ocasiones. Y cada una de esas veces he aprendido algo nuevo sobre el significado de la resiliencia humana. Tras huir de los horrores de la guerra, los desastres medioambientales y la indigencia, los refugiados de Calais han pasado por un infierno en busca de un lugar seguro. Al llegar, continúa su búsqueda. Los niños piden agua, contaminada por heces. Las ratas se cuelan en las embarradas tiendas de campaña de la gente. Las madres lloran por el futuro que podrían haber tenido sus hijos e hijas. Las autoridades francesas llevan a cabo desalojos a diario; se confiscan o destruyen las tiendas de campaña, las mantas, los documentos de identidad, los teléfonos móviles, la ropa y los medicamentos.
Los que llegan a nuestras costas no son «refugiados del mar». Son seres humanos que ejercen su derecho legal al asilo. Tal como escribe Warsan Shire en su poema Home, «nadie pone a sus hijos en un barco a menos que el agua sea más segura que la tierra». Imaginémonos lo que es vivir en las condiciones que he descrito. Imaginemos, entonces, lo que es arriesgar tu vida para cruzar el Canal de la Mancha. E imaginemos lo que es terminar en un hotel, mirar por la ventana y ver a una multitud de personas gritándote que «te vayas a casa».
En el último mes, hemos sido testigos de una serie de protestas frente a los hoteles que se están utilizando para alojar a los solicitantes de asilo. Entre los manifestantes había pancartas con el lema «deportaciones masivas ya», un llamamiento al que ahora se ha sumado Nigel Farage, del partido Reform UK. Muchos de nosotros hemos contemplado las desgarradoras imágenes de los Estados Unidos en las que se ve cómo por la calle arrastran los agentes a las personas. Francamente, es aterrador pensar que esa crueldad autoritaria pueda llegar pronto al Reino Unido.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Yo se lo diré: por un gobierno laborista que ha pasado el último año avivando el odio, la división y el miedo. Ha sido absolutamente repugnante ver al Partido Laborista publicar vídeos de migrantes detenidos y deportados, una campaña de propaganda de la que Donald Trump se sentiría orgulloso.
Igualmente repugnante fue ver a los agentes de policía teniendo que escoltar a un repartidor de Deliveroo rodeado por manifestantes contrarios al asilo, sólo unas semanas después de que el Gobierno señalara a los repartidores de comida «ilegales» para su deportación. En lugar de demonizar a los repartidores, que pueden ser o no solicitantes de asilo, ¿por qué no otorgarles a los solicitantes de asilo el derecho a trabajar para que puedan mantenerse y hacer su aportación a la sociedad? Los análisis muestran que esto podría reportar 1 300 millones de libras al año —unos 1 500 millones de euros— y añadir 1 600 millones de libras —aproximadamente 1 800 millones de euros— al PIB anual del Reino Unido.
Culpar a las personas vulnerables siempre ha sido una estrategia deliberada del gobierno para distraer la atención de sus propios fracasos internos. Hoy pueden ser los solicitantes de asilo. Mañana podrían ser las personas con discapacidad. Pasado mañana, las personas trans. Sea cual sea la minoría, estamos siendo testigos de la demonización de las personas vulnerables, en grave detrimento de todos nosotros.
Los grandes divisores quieren que creamos que los problemas de nuestra sociedad los causan las minorías. No es así. Los causa un sistema económico amañado que protege los intereses de los superricos. Por eso viven en la pobreza 4,5 millones de niños. Por eso siguen aumentando las facturas de agua de la gente. Por eso pagan los inquilinos de pisos del sector privado más de la mitad de su salario neto para tener un techo bajo el que vivir.
Los estrategas laboristas nos dirán que no tienen más remedio que apoyarse en el sentimiento antimigrante para frenar el auge de Reform UK. ¿Cómo está funcionando eso? El Partido Laborista podría haber defendido un sistema de inmigración humano que trate a los refugiados con dignidad y respeto. Por el contrario, han avivado las llamas del racismo y han envalentonado a la extrema derecha en todo el país. Cuando demonizas a los migrantes, la extrema derecha te escucha. Cuando se publican vídeos de la detención y deportación de inmigrantes, la extrema derecha los ve. Cuando se habla de una «isla de extraños», la extrema derecha se moviliza.
No son señales de un partido que adopta a regañadientes una estrategia electoral. Son señales de un partido que se adhiere activamente al crecimiento del populismo de extrema derecha, sin que importe el coste electoral. Son señales de un país que se desliza por la pendiente del fascismo. Este término no debe utilizarse a la ligera. Muchos actos son lo suficientemente aterradores por sí mismos sin necesidad de etiquetarlos así. Pero cuidado, el fascismo no llega de la noche a la mañana con uniforme. Llega con políticos trajeados, ley a ley.
De hecho, la demonización de las minorías forma parte de un ataque mucho más amplio y a gran escala contra los derechos humanos. Cuando el Gobierno proscribió [la ONG] Palestine Action, por ejemplo, no sólo erosionó el derecho a oponerse al genocidio aquí y ahora. Sentó un peligroso precedente, dando confianza a cualquier gobierno entrante para que también pudiera arrebatar el derecho a protestar en un abrir y cerrar de ojos. El Partido Laborista no sólo está practicando el apaciguamiento con Reform UK. Le está extendiendo la alfombra roja, aprobando leyes peligrosas que aprovecharán aquellos que buscan destruir nuestros derechos.
Nos encontramos en una encrucijada crucial. Necesitamos una alternativa ya. Por eso hemos lanzado yourparty.uk, y por eso se han inscrito ya más de 700 000 personas. Vamos a hacer las cosas de otra manera. No vamos a convertir a los refugiados en chivo expiatorio de los males de la sociedad. Por el contrario, centraremos nuestra atención en la causa real: una sociedad grotescamente desigual que concentra la riqueza en manos de unos pocos.
No solo defenderemos los derechos humanos de los refugiados. Defenderemos los derechos humanos de todos. Y eso incluye a las personas con discapacidad y su derecho a vivir con dignidad. Eso incluye a los niños en situación de pobreza a quienes se les niega su derecho a la alimentación y la ropa. Eso incluye a las personas trans, que se enfrentan a una terrible discriminación, al odio y los abusos sólo por vivir sus vidas; las personas trans son seres humanos que merecen vivir con seguridad, dignidad y libertad. Debemos estar unidos contra la opresión y los prejuicios en todas sus formas, y eso es lo que haremos.
Miremos nuestro alrededor y encontraremos pruebas de que es posible un mundo más amable. Por lo que vemos en la mayoría de nuestros medios de comunicación, se podría pensar que existe un consenso según el cual los refugiados no son bienvenidos. Nada más lejos de la realidad. «Creo que debemos cuidar de las personas que están pasando apuros o que necesitan ayuda». Eso es lo que declaró una joven en respuesta a los manifestantes de su comunidad en Epping. Hablo con personas como ella todos los días, personas comunes y corrientes que apoyan, se hacen amigos y tienden la mano como seres humanos a los solicitantes de asilo.
El primer ministro habla de una isla de extraños. Ignora la bondad de los desconocidos. Y es eso lo que me ofrece la esperanza de que, juntos, podamos construir un mundo más amable para todos.