Bajo las sombras de las columnas que rodean el faro del parque de Huelín, emblema memorístico de la tradición marítima malagueña, Laura Arroyo, directora del programa de Canal Red, El Tablero, se detiene con nosotros a reflexionar acerca del poder y compromiso de los medios de comunicación. Sus palabras suenan con la fuerza de quien ha pasado por los recovecos y desafíos de dicha intersección entre periodismo e ideologías. «Necesitamos una ley de medios que entienda que son espacios de poder», enfatiza Arroyo, sugiriendo un nuevo marco regulatorio que nivelaría el campo de juego mediático a favor de la pluralidad y la equidad. Lo hace tras su participación en el acto Disputar el porvenir, la construcción de poder popular frente a la ofensiva reaccionaria.
Cita el caso de su propio programa, una plataforma en la cual se esfuerza por dar voz a las perspectivas más heterogéneas, y señala cómo este podría ser la norma y no la excepción si nuestros sistemas legales reconocieran plenamente el impacto sociopolítico de los medios. Lo que su propuesta busca no es tanto un cambio del contenido, sino de contexto: un espacio mediático donde las historias no sean silenciadas o magnificadas según la voluntad de un pequeño grupo de propietarios influyentes, sino un ágora donde los distintos discursos puedan coexistir y competir en igualdad de condiciones.
TuPeriódico —La primera en la frente. Pregunta estereotipada de manual: mujer, migrante, racializada, de izquierdas, incisiva, ¿alguna tara más?
Laura Arroyo —Muchísimas. Diría terca, rebelde, anti capitalista, pacifista, vamos en estos tiempos creo que ser pacifista probablemente es lo que más les incomoda. Pero lo que más les incomoda es ser todas las cosas anteriores juntas, ninguna mujer es solamente una mujer o solamente una migrante, somos todo eso y creo que eso es lo que hace que seamos tan incómodas.
TP —Además de periodista, es cantautora, ¿otra forma de expresión política?
LA —Pues yo diría que periodista, cantautora pero también soy muy activista. En realidad, hago activismo en los medios; además de hacer periodismo como profesión, también hago activismo antirracista, que para mí eso es muy importante. Activismo andino además, que es de donde yo vengo. Pero de expresión política es activismo, todo es activismo. Mi trabajo, pero también mi arte. «Artivista», que es como nos llamamos.
TP —Trabajar en Canal Red se podría considerar, en los tiempos que vivimos, deporte de riesgo. ¿Qué consecuencias trae tal nivel de exposición?
LA —(Risas) Sí, por un lado el hecho de estar en primera línea, poner la cara y decir ciertas cosas, siempre supone que los ataques de las personas que están en contra de eso, y además están muy organizados, los reaccionarios en las redes sobre todo, van a por ti directamente.
Más que las consecuencias negativas de la exposición, que es que aborden con mucho hater, mucho troll, mucho insulto, mucha amenaza —«la cantidad de veces que me dicen «te vamos a quitar el DNI» es increíble», nos aclara—, diría que las consecuencias positivas de la exposición, es que yo no había sentido nunca antes de estar en primera línea tanto arrope. Hay también una comunidad que arropa muchísimo a los que ponen el cuerpo y yo creo que eso lo he sentido, precisamente, por la tele.
Entonces yo estoy por ver el vaso medio lleno, no medio vacío. Pero lo que lo llena es tan bonito…, es una comunidad como la que ha estado aquí en Málaga, que está dispuesta a estar ahí, acompañándote. Para mi eso también es la tele y por eso se lo agradezco. No, no todas las consecuencias son malas.
TP —La sociedad se ve bombardeada por un aluvión de información, no siempre útil, no siempre cierta. ¿Qué debe hacer la profesión para garantizar veracidad y, al mismo tiempo, para ofrecer confianza?
LA —Pues yo creo que lo primero es ir de cara, los periodistas durante mucho tiempo han ido ocultos.
A mi me dicen muchas veces, buenos periodistas y algunos tertulianos: «ah, que tu no eres periodista, tu eres militante». Hombre, yo claro que soy militante: soy militante de izquierdas, soy militante de Podemos y, también, soy periodista.
Pero yo voy de cara y soy honesta, mientras que hay muchísimos periodistas que son militantes de Florentino Pérez, o militantes de Iberdrola, militantes de Naturgi o militantes del Santander, militantes de Botín, militantes del Partido Popular o del PSOE y sobre todo, militantes de Indra, la empresa armamentística que finanza al grupo Prisa y ellos nunca te lo dicen. —En este punto, ironiza: «Ellos no son militantes, ellos sí son periodistas»—.
Yo creo que lo que necesita el periodismo en este momento es ir de cara y ser honesto: «Mira yo estoy aquí y represento estos intereses». En Canal Red no nos financia absolutamente nadie que no sean suscriptores, eso nos permite tener la independencia para ir y hablar también de los intereses, de las puertas giratorias, de las grandes empresas; porque no les debemos ni un euro ni ninguna publicidad, como cuando entrevistamos a los que están haciendo un montón de movilizaciones descentralizadas contra El Corte Inglés. A mí, El Corte Inglés no me dice que no puedo decir, mientras, a ver si esto ocurriría en otros medios de comunicación que tienen muchas cortinas de publicidad, precisamente por un imperio como es El Corte Inglés.
El periodismo lo que tiene que hacer para garantizar tanto su veracidad como para recuperar la confianza es decir la verdad y, ahorita mismo, la verdad implica no solo decir la verdad sobre las noticias, sino la verdad de por qué narras algunas noticias, por qué callas otras noticias y por qué narras como estás narrando algunas noticias, es decir, tus intereses. Creo que esa es la clave.
Yo he dicho muchas veces que sí, que hay que hacer periodismo al periodismo. Porque no existe otro periodismo posible dentro del sistema capitalista.
TP —Desde algunos sectores mediáticos se acusa de politizar determinadas cuestiones, mientras que desde algunos sectores políticos, se acusa de mediatizar. ¿El binomio inseparable ha llegado a su total depravación?
LA— (Risas) El error ha sido pensar que la política no era mediática. Durante mucho tiempo la izquierda ha pensado que la política estaba por un lado y los medios estaban por otro, obviando que la política siempre ha estado mediatizada, en otros tiempos eran otros tipos de medios obviamente, pero siempre ha estado mediatizada, y que el poder mediático es un poder.
Siempre dicen es el cuarto poder, pero el poder mediático, debería ser un contrapoder y sin embargo, eso no pasa, porque existen intereses. Entonces, en realidad claro que existen demandas politizadas, porque no hay ninguna demanda que no sea política en realidad; desde que pides que haya espacios públicos o áreas verdes en tu barrio, eso es político todo el tiempo estamos haciendo política, con todo: con el precio de la gasolina si tienes un coche; con el precio del alquiler, como le está pasando a tanta gente.
No es que se politicen las demandas: el neoliberalismo nos ha hecho creer que alguna vez fueron no políticas. Lo que hay que hacer es recordar que siempre lo habían sido, nada más. El neoliberalismo nos tiene en la trampa, hay que salir de la trampa, es la rueda del hámster, hay que salir de esa rueda.
TP —Existe una avalancha de pseudomedios y pseudoperiodistas, pero también de medios y periodistas abiertamente contrarios a una transformación real de este país y más proclives, quién sabe, a hacer caja. Hacer periodismo del periodismo, decía en un cierre. ¿Nos es suficiente una Ley de Medios copiada de la misma Europa donde se investigan sobornos a grupos de presión, nos es suficiente una transparencia opaca controlada por Competencia?
LA —(Asiente durante reflexión de la pregunta) No, no es suficiente. Estoy de acuerdo de que necesitamos una Ley de Medios, una Ley de Medios distinta. Una Ley de Medios que además que tenga claro que los medios de comunicación no son lugares de difusión de comunicación e información, lo que son es espacios de poder, y muchas veces son empresas económicas y esto hay que tenerlo muy claro.
Yo he dicho muchas veces que sí, que hay que hacer periodismo al periodismo. Porque no existe otro periodismo posible dentro del sistema capitalista. Si estamos en el sistema capitalista, por supuesto que hay intereses económicos, como los hay políticos, culturales, sociales, judiciales, de todo tipo en diferentes espacios de la sociedad, ¿cómo no vamos hacer periodismo de eso?
Como no se va hacer periodismo es como el señor Antonio García Ferreras, que abiertamente ha dicho que iba ha difundir un bulo, sabiendo que era muy burdo, pero que iba a ir con ello. Lo ha dicho, ¿por qué no debo decirlo como periodista?, ¿por qué tengo que hacer espíritu de cuerpo con los cloaqueros de mierda?, no hay forma de hacer un periodismo democrático así.
Yo creo que la única forma de hablar de democracia, es hablando de democracia mediática, en estos momentos de sociedades mediatizadas. Por eso creo que la clave es hacer periodismo de periodismo también, eso quiere decir hacerles fact-checking —verificación de hechos— a los supuestos fact-checkers: Ana Pastor va de «Yo tengo una empresa que desmonta bulos», pero es la primera que sale a defender a alguien que los difunde en su cadena. Pues no, no está desmontando bulos, es simplemente un alfil de ese poder mediático.
Y creo que, por fin ha llegado la gente dispuesta ha decirlo y por eso nos odian. Pero bueno, nos quieren poner un cordón sanitario a los periodistas que estamos denunciando a los capitales que tienen detrás, pues bueno, que nos pongan los cordones sanitarios, yo creo que les va ha salir muy mal la operación, de verdad
TP —Disputar el porvenir tiene como unos de sus vehículos imprescindibles que la sociedad sea cada vez más consciente de la necesidad de dicho porvenir. Sin embargo, los medios encargados de este fin perpetúan una precarización laboral e ideológica contraria a este principio. ¿Cómo lo combatimos?
LA —La forma de combate siempre es política, pero como decíamos ahora aquí en Málaga: hay que hacer política en todos sus espacios también.
Durante mucho tiempo nos han hecho pensar que nosotros estábamos condenados a estar en una suerte de periferia. La misma izquierda estaba dispuesta a estar siempre en la oposición. No tenia aspiraciones a llegar al poder, hasta que Podemos decidió ponerlo en el centro.
Y Podemos lo pone en el centro, porque antes estuvo el 15M, que fue el que dijo «vamos a disputar este régimen», no al PP, al régimen. Esa lección del 15M, que Podemos la supo encarnar bien, cambió un poco las cosas y nos enseño a la izquierda que no estamos destinados hacer oposición.
Ana Pastor va de «Yo tengo una empresa que desmonta bulos», pero es la primera que sale a defender a alguien que los difunde en su cadena. Pues no, no está desmontando bulos, es simplemente un alfil de ese poder mediático.
Tampoco a ser un contrapoder: tenemos derecho a querer ser el poder, porque somos igual de legítimos, y en una democracia, esto debería ser válido. Claro, la forma para mí ocupar todos los espacios, incluidos los suyos, que creo que eso es clave.
Hay quien dice que Podemos también hizo cosas mal en el gobierno. Pues claro, claro, estábamos entrando por primera vez en una experiencia gubernamental. Habrá habido sapos que nos hemos tenido que comer, por supuesto.
La clave es entender que esto no es una contradicción, es el devenir de un sistema de poder, que nosotras tenemos que entrar en esa arquitectura de poder para cambiarla también. Pero hay que entrar en esa arquitectura de poder, por eso digo que la forma de combatir todo esto es haciendo labor colectiva, trabajo político colectivo, no individual. Si hablamos de salud mental, no es un tema de cada quien, es un tema colectivo contra capitalismo, básicamente y, sobre todo, entrar en todos sus espacios, todos, desde las redes sociales hasta las calles. Todos sus espacios.
TP —¿Qué tiene que tener un medio de izquierdas para triunfar? Y, en otro sentido de la misma pregunta, ¿qué es triunfar para un medio de izquierdas?
LA —Yo diría, honestidad lo primero, pero la honestidad quiere decir ser capaz de no querer bailarle las aguas al régimen, lo primero que tiene que tener un medio de izquierdas, de verdad de izquierdas, para triunfar es no querer caerle bien a otros medios. Yo díría que es uno de los defectos aquí. Por lo que sea, los tertulianos están encantados con oírse a sí mismos y querer que PRISA les haga un cariñito, o un dúplex en la Sexta.
Yo creo que una de las lecciones que hemos estamos aprendiendo y estamos dando desde Canal Red, es que no nos importa lo que vayan a decir de nosotros, porque entendemos que ellos no son los aliados.
Esa prensa es una prensa del régimen, si combatimos o impugnamos al régimen es normal que nos odien en realidad. Más bien vamos preparados a que nos odien, y es lo primero que debería hacer un medio de izquierdas. Si eres impugnador ¿por qué le sigues tocando la puerta a Ferreras? Si de verdad eres impugnador, ¿por qué quieres tener una columna en El País?
Es diferente que El País le diga a una diputada, por ejemplo, que escriba una columna, eso es diferente. Pero que tú —como medio— quieras estar ahí, eso es otra cosa.
Dirás: «tú estas en la publica», hombre claro, por que yo la pago, son mis impuestos, voy a estar en todos sus espacios, en todos, pero a mi nadie me va a decir qué decir y de quién no hablar, y creo que somos los únicos periodistas que podemos decir eso. Nadie nunca nos ha callado y eso, créeme, también nos ha traído muchos problemas.
Por eso para mi la primera cosa es; no esperar cariñitos del régimen, sino mas bien que venga una campaña de demolición durísima, de lawfare —guerra judicial— contra ti durísima.
¿Y qué es triunfar para un medio de izquierdas?, creo que esto que acabo de decir se vuelva hegemónico. Es decir, que también surjan más actores políticos, más periodistas, más actores mediáticos, más activistas que estemos dispuestos a que no nos importe qué diga la prensa del régimen contra nosotros.
Que estemos dispuestos a decir: «ah, ¿no te gusta lo que he dicho?, pues lo habré dicho bien». Y creo que eso es triunfar para un medio de izquierdas, no es tanto que se lea mucho, eso también por supuesto, sino ser capaz de construir hegemonía política desde ahí.
Tampoco a ser un contrapoder: tenemos derecho a querer ser el poder, porque somos igual de legítimos, y en una democracia, esto debería ser válido. Claro, la forma para mí ocupar todos los espacios, incluidos los suyos, que creo que eso es clave.
Decir lo incomodo, hablar de aquello de lo que no se quiere hablar y que hablen también quienes nunca hablan. Yo creo que esto en Canal Red es evidente, tienen una migrante que no es nacionalizada española. Yo siempre digo: «yo no soy española pero sí soy España también»
Tienen una migrante, conduciendo y dirigiendo un programa de tertulia política, donde no hablamos de extranjería, hablamos de todo en la política. Y en esa mesa pasan migrantes, personas racializadas, mujeres trans, el colectivo LGTBIQ+, gente no binaria; pasa de todo, como es de verdad España, a hablar de todo: de Casa Real, del bipartidismo, del Régimen del 78, y muchos otros temas.
Entonces yo creo que para mí, eso es triunfar como periodista de izquierdas. Pero creo que en general para un medio de izquierdas haber abierto la posibilidad de que estén en igualdad de condiciones todos los sectores de un país de verdad, eso es un gran triunfo, nadie te lo va a pagar, no necesitamos que nos lo paguen, el triunfo es poder hacer esto y por eso también, como allí en Canal Red digo: «eso se lo debemos a la gente que cree en nuestro proyecto, sin nuestra gente no seríamos posibles».
Así que yo sé que es por eso que también hago el periodismo tan riguroso, porque a diferencia de otros que tienen que pensar en qué nombres se callan, porque les llega la nomina y a lo mejor les cobran si han hablado mal de Florentino Peréz; pues yo tengo la ventaja de decir: «yo tengo que hacerlo muy bien, porque si no lo hago muy bien y doy la voz a toda la gente y no cubro todas las resistencias populares, a lo mejor yo también me quedo sin sueldo». Pero a mí, mi sueldo me lo paga la gente, esa es la diferencia. Y ese es el bando donde yo estoy, y eso para mi, es el mayor éxito que se puede tener desde la izquierda.