El Ministerio para la Transición Ecológica ha convocado a la promotora Azata del Sol a una reunión formal el próximo 2 de agosto para explorar una posible vía de acuerdo extrajudicial sobre el futuro del hotel del Algarrobico. El encuentro, anunciado por fuentes del propio ministerio, busca «desbloquear la situación» tras más de 15 años de conflicto judicial sobre una construcción declarada ilegal por distintas sentencias.
El hotel, construido en el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar, ha sido durante décadas un símbolo de la destrucción del litoral andaluz. Aunque las resoluciones judiciales han sido claras respecto a su ilegalidad, el complejo sigue en pie, encallado entre la desidia política y la burocracia institucional.
La posibilidad de un acuerdo ha disparado las alarmas en el movimiento ecologista. Diversas plataformas han advertido del peligro de que esta negociación se traduzca en una compensación millonaria a la empresa promotora o incluso en una legalización encubierta del edificio. «Negociar con quien vulneró la ley sienta un precedente gravísimo», ha declarado Juan Clavero, activista veterano de Ecologistas en Acción.
Desde el Gobierno se insiste en que el objetivo es «garantizar la demolición con todas las garantías», pero no se han ofrecido detalles sobre los términos del posible acuerdo. La ambigüedad no tranquiliza, especialmente tras los cambios de criterio que ha demostrado la administración en los últimos años.
El Algarrobico no es un caso menor: es un referente para la opinión pública, una cicatriz que nunca terminó de cerrarse. Su futuro determinará si el Estado está dispuesto a hacer cumplir la ley o si cede ante los chantajes y la presión empresarial.
La Junta de Andalucía, por su parte, ha optado por mantenerse al margen en esta fase, pese a haber tenido una responsabilidad directa en la concesión de licencias y la inacción durante los primeros años del conflicto. Un silencio que muchos interpretan como cómplice.
Si el hotel no se derriba, el mensaje será devastador: construir ilegalmente en espacios protegidos puede salir rentable. Y eso dinamita toda política de ordenación territorial y conservación del medio.
El 2 de agosto puede marcar un antes y un después. La pregunta es si ese día se recordara como el inicio de la restauración del Cabo de Gata… o como la firma de su traición definitiva.