Diario de viaje de la Global Sumud Flotilla // nº8 // 04·09·2025 // Manolo García
El Sirius ha estado hoy todo el día fondeado en torno a Mahón, esperando la reagrupación con más barcos. Sobre las 19:00 h., ya hemos partido rumbo a Túnez un grupo numeroso de embarcaciones. Hemos estado haciendo las tareas cotidianas en el barco, hoy hemos comido un delicioso arroz con salsa de cacahuetes y hemos tenido dos Asambleas, una por la mañana, para hablar de la situación de reagrupación de la flotilla y otra de ejercicio práctico de que hacer en caso de emergencia. Un compañero de nuestro barco y otra compañera de otro barco se han bajado en Menorca y han abandonado el viaje por motivos de salud, pero seguirán apoyando y trabajando por la flotilla desde tierra.
Hemos leído en el periódico BALARM de Sicilia, de ayer 3 de septiembre, que un diputado italiano, Angelo Bonelli, coportavoz de Europa Verde, ha anunciado una pregunta urgente en el Parlamento italiano de por qué, un avión militar procedente de Israel aterrizó en la base militar de la OTAN en Sigonella, cerca de Catania, donde están concentrados los barcos de la Global Sumud Flotilla, que se unirán con la flota conjunta que viene de Barcelona y de Túnez. El avión, un KC-130H con base en la base de Nevatim en Israel, estuvo unas 4 horas en Sigonella, volviendo después a su base Nevatim. El diputado Bonelli, considera inaceptable que las bases italianas sean utilizadas por aviones militares de un estado que está llevando a cabo una masacre contra el pueblo palestino, y quiere preguntar al gobierno «…han venido a espiar la Flotilla Global Sumud». ¿O vinieron a cargar material de guerra? En ambos casos, nos estaríamos enfrentando a una complicidad muy seria de Italia. También informa el periódico que el 6 de septiembre, la CGIL (Confederación General Italiana del Trabajo) ha convocado una gran manifestación en Roma contra el genocidio en Gaza al mismo tiempo que en todas las provincias italianas.
El periódico Al Mayadeen Español, nos informa de bombardeos el día 3 en Sheikh Radwan, en ciudad de Gaza y en Khan Yunis, en el sur de la Franja, que han dejado un saldo de 46 personas muertas, entre ellas, niñ@s y mujeres. Mientras, los hospitales están colapsados con cientos de heridos y muertos por inanición.
Pero queremos resaltar el testimonio de una joven palestina publicada en el medio electronicintifada.net este 4 de septiembre. Os dejo un resumen, ya de por sí dramático.
Tengo 19 años. He vivido siete guerras. Tenía dos años durante la primera, en 2008-09. Viví otras guerras en 2012 y 2014. Fui testigo de los asaltos de 2019, 2021 y 2022. Ha habido otros numerosos ataques militares brutales contra nuestro pueblo en Gaza en mi vida. He vivido el último, en estos casi dos años.
Todavía estoy viva, todavía respirando. Pero la vida en Gaza ha pasado del dolor a la pura supervivencia. Solía tener sueños y libros. Solía tener planes. Ahora, sólo quiero comida. Esta vez es diferente a cualquier cosa que haya venido antes. Es más largo, más duro, lleno de hambre y el silencio que acompaña a los hambrientos. Es una guerra genocida.
Todavía estoy en el norte de Gaza. Mi salud ha disminuido. Mi cara se ha vuelto delgada y pálida. La harina desapareció gradualmente, y a medida que se hizo más difícil de encontrar, sus precios aumentaron. A finales de junio, no nos quedaba harina. A principios de julio, no quedaba nada de sopa de lentejas, ni ningún tipo de comida, ni ayuda, ni esperanza. Nuestros vecinos no tenían nada tampoco. Los mercados estaban vacíos. Mis hermanos buscaron, trabajaron, esperaban y aun así regresaron sin nada. Bebieron agua salada para engañar sus estómagos para que se sintieran llenos.
El 13 de julio, tuve mi examen final de traducción en la Universidad Islámica, ahora un bombardeado y carbonizado edificio. Me había quedado despierta noche tras noche, estudiando, soñando con un futuro para construir a pesar de todo. Mi familia trató de ofrecerme cualquier cosa para comer, para darme energía y concentración. Ese día, sin embargo, cuando caminé por las calles, mis ojos sólo podían buscar comida. Tampoco tenía dinero para el transporte, así que caminé dos kilómetros hasta un espacio donde los freelances podían acceder a internet y donde me hacía cargo de mi examen.
Cuando volví a casa, el hambre golpeó más fuerte. Estaba reorganizando mis libros universitarios cuando de repente la idea de venderlos se me cruzó por la cabeza. Estos libros eran lo único que me recordaba que era una estudiante universitaria. Así que me di a mí misma una opción: me quedo los libros o los vendo para alimentarme a mí y a mi familia. Vendí mis libros de la universidad y compré falafel. No era una comida completa, pero nos mantuvo vivos. Comíamos ese falafel con sentimientos encontrados: felicidad y dolor y algunas lágrimas.
A pesar de su hambre y agotamiento, mi padre y mi madre no comieron, salvando su parte para nosotros. Fue doloroso. Lloré cuando terminé de comer. Esa noche fue dura. Mi madre y mis hermanas no pudieron dormir porque tenían hambre. Pasaron la noche bebiendo agua. A la mañana siguiente, mi padre regresó del mercado después de 3 horas. Trajo algunas alubias de vuelta con él. Ésa fue nuestra única comida ese día, 14 de julio.
En un momento me levanté para lavarme las manos y beber agua con un poco de sal. De repente todo se puso negro. Cuando abrí los ojos, estaba en el suelo, derrumbada. Vi a mi padre sentado a mi lado. Me movió el pelo de mi cara y me dijo una y otra vez, mi hija… No es la primera vez que mi cuerpo ha empezado a rendirse. Puedo sentirlo en cómo tiemblo.
Desde ese día hasta ahora, apenas ha habido comida en nuestra casa. La situación mejoró en agosto cuando el arroz volvió al mercado y las legumbres también. Los precios siguen siendo altos, y cada día no sabemos si comeremos al siguiente. Nuestra supervivencia está ligada a noticias de ayuda que vienen. Esas noticias podrían darnos vida o llevárnosla.
Nunca había sentido este tipo de hambre antes. Nunca imaginé que vendería los libros con los que estudié tan duro, con los que sostenía mis sueños, para comer. Lo que sé es que con el genocidio viene un monstruo, el de hambre, comiéndose nuestros cuerpos.
Eman Murtaja es estudiante de periodismo en Gaza.