Durante 18 horas, el sistema de comunicaciones del 061 en Andalucía estuvo fuera de servicio. No es una exageración. No es una hipótesis de riesgo. Es una realidad. Y no hablamos de una oficina de atención al ciudadano, sino del corazón logístico de las emergencias sanitarias. Las ambulancias no podían coordinarse, los datos clínicos no se registraban, y los profesionales se comunicaban por teléfono fijo o, peor aún, por walkie-talkie. El siglo XXI convertido en un episodio de Cuéntame.
Mientras usted leía titulares sobre inteligencia artificial, coches autónomos o vacunas personalizadas, la sanidad andaluza retrocedía al siglo pasado. En silencio. Sin cámaras. Sin ruedas de prensa. Sin responsables. Porque en la Andalucía de Moreno Bonilla los desastres no se gestionan, se invisibilizan.
El colapso no es accidental. Es estructural. Es la consecuencia directa de un modelo de gestión pública alérgico a lo público. La senda de privatizaciones iniciada con sigilo por el PSOE fue asfaltada con entusiasmo por el PP. Lo que antes era paulatino, ahora es a toda velocidad. No hay planificación, hay negocio. No hay fortalecimiento del sistema, hay abandono deliberado. No hay blindaje de lo esencial, hay apertura de compuertas para lo privado.
Y esto no es una opinión. Es una secuencia de hechos. En los últimos años, se ha externalizado casi todo lo externalizable: desde las ambulancias hasta las plataformas de gestión de llamadas. Se ha recortado en mantenimiento, en personal técnico, en inversión tecnológica. Se ha sustituido la lógica del servicio por la del contrato. Y cuando el sistema falla —como ha fallado ahora— ya no hay nadie dentro con capacidad ni recursos para arreglarlo.
El Sindicato Médico de Málaga lo ha denunciado con claridad. La caída no fue una anécdota, sino una amenaza directa para la vida de los pacientes. Las UVI móviles no podían activarse como es debido, las emergencias médicas se gestionaban a ciegas. No sabemos cuántas consecuencias habrá tenido esto, pero sabemos que no importan. Porque si importaran, habría habido dimisiones. Y aquí, en Andalucía, no dimite nadie.
Lo más doloroso es el silencio institucional. Nadie ha dado explicaciones. Nadie ha pedido perdón. Nadie ha comparecido. La televisión pública andaluza, tan rápida para cubrir inauguraciones y publirreportajes, ha hecho mutis por el foro. Porque esto no entra en la narrativa oficial de la “Andalucía que avanza”. Aquí no hay avances, hay caídas. Y muy duras.
La verdad es esta: mientras se multiplican los vídeos promocionales sobre supuestos récords de inversión, la realidad se cae a trozos. Se cae el sistema de comunicaciones. Se cae la atención primaria. Se caen los contratos dignos. Y se cae la fe de los profesionales en que esto tenga remedio.
Pero de esto no habrá vídeo. No habrá minuto en Canal Sur. No habrá foto con sanitarios aplaudiendo. No habrá tuit institucional. Porque esto no vende. Esto se esconde. Como se esconde toda política que convierte lo público en chatarra para justificar su venta.
Y sí, es peligro. Y sí, es privatización. Y sí, tiene nombre: Juan Manuel Moreno Bonilla.