¡Se nos pasó el centenario! Los fastos, las celebraciones y los discursos oficiales, si eso, habrá que dejarlos, para el 150º aniversario, con lo cual algunos ya estaremos calvos…

…y todo porque nadie se ha dado cuenta de que fue en el año 1922 cuando José Morilla Muñiz, por aquellos remotos años alcalde de nuestro pueblo (La Rinconada), autorizó a Antonio Perza Acevedo y a Carmen Domínguez Castillo la edificación de una casa en la actual calle San José, por entonces cuasi un erial, ya que la carretera no era más que un camino de tierra, se supone que con zahorra para darle firmeza, que terminaba en la estación del tren, edificada por cierto en el año de gracia de 1859 (de ahí que hasta pasados los años sesenta del pasado siglo, el nuevo núcleo se conociera como Estación de La Rinconada). Por cierto que tampoco se ha celebrado el centenario de nuestra estación del tren (¡esta gente de ADIF no está en nada!)
Todavía algunos de los que tenemos poco pelo y además, el poco que tenemos es blanco, recordamos a Carmen La Suspira, su casa con el número 4 de la calle San José, las arriadas que casi cubrían los tejados de lo que los de San José llamábamos El Barrio y la fila de camiones de remolacha para descargar en la azucarera, a la que por cierto debemos el nacimiento de San José, el bienestar de muchas familias, el despegue económico con respecto al resto de pueblos de la comarca y, en gran parte la mentalidad progresista de la sociedad de San José, ya que fue el origen de una clase trabajadora industrial. Pero esto último tal vez sea tema a tratar en otro momento. Ahora vamos a lo fundamental: a los «colonizadores». O sea, a los fundadores de San José, en concreto a la primera persona que tuvo el coraje, y la visión, de levantar los bártulos, coger a los cinco hijos que ya tenía, ya que María y Felisa nacieron en San José, y asentar sus reales en medio del campo, aunque a cien metros de la estación del tren. Eso sí, el señor alcalde don José Morilla Muñiz, puso una limitación clara y contundente: debían retranquear la vivienda lo más posible de la carretera, puesto que había un proyecto futuro de que esa carretera continuase pasando por debajo de las vías del tren.

Corría, como hemos dicho, el año de 1922, cuando el alcalde rinconero accedió a la petición de Carmen Domínguez Castillo y su marido para levantar una vivienda en las cercanías de la estación del ferrocarril. No existían en derredor más que terrones, algunos olivos y posiblemente liebres. Pero Carmen La Suspira (para nosotros es más cercano y también más cariñoso el apelativo), tuvo la visión de que el tren traería cosas nuevas y buenas. Y a fe nuestra que no anduvo errada; tan sólo nueve años más tarde, a unos quinientos metros de su casa, abría sus puertas la Azucarera que dio origen a la llegada de una oleada de personas que acudieron en busca de un puesto de trabajo mejor remunerado que el campo, y una vida con más futuro.
Nacieron poco después del año 1931, en el que atravesó la cancela de la Azucarera el primer carro cargado de remolacha, las primeras casas, o chozas que podríamos decir con más propiedad, en las cercanías de la estación, lo que hoy conocemos como las calles de Los Carteros, Lope de Vega, Écija, Jiménez Fernández, Emilio Castelar, San José (desde el puente del Ajumao hasta las vías del tren), y sus transversales. Eran viviendas donde se instaló la sabia nueva de nuestro pueblo y que, con el tiempo, llegó a constituir un núcleo diferenciado, ni mejor ni peor, simplemente diferente, del núcleo original.
Carmen la Suspira, dando muestras de su larga visión comercial y de futuro, en cuanto se empezaron a levantar los muros de la fábrica de azúcar, pensó que en la parte alta de su casa podía alquilar habitaciones, y puso una fonda, aunque tuviera que apretarse un poco la familia y conformarse con la planta baja. Pronto empezaron a venir maños, granadinos y extremeños, entre otros, que corroboraron la idea de la fundadora de San José. Luego llegaron la primera papelería, el primer estanco, la primera bodeguita… una auténtica emprendedora, como ahora denominamos a esas personas valientes.
Sobre el año 1948 se construye la Iglesia de San José. Ya estaba edificado, en torno al año 1945, el núcleo situado en el margen izquierdo del arroyo Almonázar, y San José se había extendido hacia lo que más tarde se conocería como Portugalete, Villalata y las Golondrinas, con la estructura básica de la nueva población.
Vaya, por tanto, el reconocimiento que corresponde a aquellos primeros «colonizadores»: Carmen la Suspira, Luis el del Comercio, La Ferroviaria, el Niño del Herrero, los Parrilla, los Ajumaos, los Machado, los Povedano… y al resto que, por olvido, dejemos en el tintero… y todos los azucareros que dieron el aldabonazo de salida a la fábrica y a San José.
Desde estas líneas el homenaje a la figura, ya casi legendaria, de Carmen La suspira, la fundadora de San José.