Reconozco que ya me quedan lejos esos momentos en los que era joven, disfrutaba la vida con una forma de vivir y hasta tenía flequillo.
Hace unos días terminó el Jubileo de jóvenes que tuvo lugar en Roma, llenando la eterna ciudad de más de un millón de chicos y chicas movidos por un espíritu, que quién no sabe que es le entra la curiosidad, que manifiestan a modo de preguntas o hasta, en algunos casos, crítica.
Y es que esto es de otra pasta, misma piel pero otra mentalidad. Me explico.
Cualquier grupo, o ayuntamiento, promueve un mega concierto, un mega botellón, una quedada de miles de jóvenes, ya no hablo de un millón. ¿Cómo acaban en muchos casos…?, con peleas, comas etílicos, ambulancias llevando a algún que otro borracho que ha echado su primera papilla o intervenciones del personal de seguridad o policial. Ni hablar de los miles de vasos con alcohol, botellas de cristal rotas o droga que se suele consumir en estos lares.. no, no estoy siendo demagogo, he tenido la oportunidad de estar en ambos lados y es como digo. Mucho tiene que haber cambiado el tema.
No digo que todos los jóvenes hagan eso, pero haberlo lo hay.
Que sí, que me podéis decir que todos hemos sigo jóvenes y que hay que disfrutar la vida, reír y hacer el ganso. ¿Acaso está ahí la vida quizás?. La mía, y espero la de mi hijo, no desde luego.
Hay que hacer un viaje personal a cuando la parroquia donde yo solía ir, en el barrio del Polígono de San Pablo, salía de madrugada en autobús hasta algún encuentro o Jornada Mundial de la Juventud. Y creedme, no había peleas, drogas o descontrol.
Se le acusan, a los cristianos, de adoctrinamiento, cuando es la sociedad la quién quieren adoctrinar al resto, con argumentos tales como la negación de Dios o la beatería santurrona de los jóvenes. Y no se dan cuenta que quizás, ese vacío existencial, de raciocinio, posiblemente lo tiene aquel que intenta, por todos sus medios, el hacer ver su posición, sin preguntarles.
Es como aquel carnívoro, que de la noche a la mañana se mete a vegetariano y quieren que todos comamos hierba por el bien del planeta.
La sociedad te marca unos valores que tienes que seguir a pie juntillas para ser un buen ciudadano. Conocer una pareja, casarte o arrejuntarte, y tener un niño como sumo. Mejor tener mascotas a las que poner el gorrito de cumpleaños mientras les pone una tarta de chuches de perros y les haces fotografías para enmarcar toda tu casa.
Eso de los niños está anticuado, ¿para que desvivirse por ellos…?, es la frase que más escucho cuando sale el tema.
El mundo te marca los patrones, las modas, por las que hay que seguir. Cómo vestir, cómo debes pensar, y hasta cómo debes ir al baño. Todo. Y después dicen que son otros los que nos lavan el cerebro.
Eso del poliamor, por ejemplo, está muy bien sí… pero que después tú te tienes que acostar con la persona que se ha acostado antes con otra persona. Eso, perdonadme, no es amor, es una desviación de él.
Por último, los sacerdotes, a los que muchos les tachan como cuervos solterones. La sociedad hace que parezca un fracaso ante la verdadera vida, que según ellos, está en pasárselo bien, en fornicar con todo aquel que se pueda y el de mirar al lado ante el sufrimiento ajeno… pero, mi querido lector, después cuando estamos en una cama de hospital, viendo nuestros últimos instantes de vida, vemos que no está con nosotros ni ese perro al que le hemos regalado aquel hueso de goma que hace ruidos graciosos.
Quizás a partir de ahora, si me leéis, si me conocéis, penséis de mi de aquella o tal manera, pero ¿sabéis que?, todo se puede por aquel que me conforta.
Cierro esta sección hasta después de las vacaciones, porque todos la necesitamos.
Y no, no me voy a ningún lado playero.
Pues sí, no voy a engañar, no me voy a ningún lado aun por el momento.
El emperador filósofo, que luego Hollywood hizo lo que le vino en gana con el, Marco Aurelio, escribiría en su día en su diario aquello de: «En ninguna parte puede hallar el hombre un retiro tan imperturbable y tranquilo como en la intimidad de su alma». Y hay que reconocer que razón no le faltaba al estoico.
Muchas veces nos vamos a sitios exóticos, playas paradisíacas, lugares de ensueño, solo y exclusivamente para la fotografía, para enseñar a los demás, en nuestras redes sociales, lo felices que podemos llegar a ser. Luego, cuando dejamos de posar con esa sonrisa imbécil en nuestra boca solemos, en la mayoría de casos, volver a la mediocridad del alma.
Mi padre siempre decía que para qué viajar al extranjero si en España tenemos los mejores lugares para desconectar. Lo decía él, que el sitio más lejano que viajó creo que fue Granada.
Pues creo ocurre lo mismo, extrapolándolo con la frase de Marco Aurelio: ¿Para qué viajar tan lejos si tenemos esa mancha en el alma, esa intranquilidad en nuestra loca de la casa, como diría Santa Teresa en su día?
No voy a mentir, como dije antes. Seguramente me escape unos días a alguna playa. También hay cuidar a la familia, sobre todo si hay niños.
Por lo pronto, éste que os escribe se retira a su parcela interior, justo al lado del mar, colindando con las montañas y notando la suave brisa en el rostro cada mañana.
Feliz vacaciones y sobre todo… sed buenos, si podéis.
Atentamente: El Osario.