¿Quién no se ha parado en alguna céntrica plaza andaluza solamente a contemplarla, o sentado en alguna terraza, o chiringuito playero, solo para degustar un apetitoso plato mientras la brisa salada te envuelve, o un músico ambulante, guitarra en mano, ameniza la velada con algo tan nuestro, y tan olvidado, como el flamenco?
Y es que cada rincón de Andalucía, cada calle empedrada o cada uno de esos pueblos de cal blanca, esconden un encuentro entre dos mundos: el romano-visigodo y el árabe.
Desde que los árabes conquistarán la Península Ibérica en el año 711 d.C, convirtieron a Andalucía en el centro neurálgico del conocimiento, el arte y la prosperidad.
El legado árabe no es solo un simple capítulo de nuestro pasado, sino la fuerza viva, el latir, que se manifiesta en cada uno de esos rincones antes mencionados, y que cada uno tenemos uno preferido en mente.
Pasando desde la arquitectura hasta la gastronomía, o desde el lenguaje hasta nuestra música, no podemos olvidarnos de esa influencia.
Si nos pararan por la calle y nos preguntaran qué legado arquitectónico nos han dejado los árabes, seguramente, contrataríamos que la Alhambra granadina, con sus imponentes jardines, fuentes o palacios, que nos llevan a un mundo de paz, sosiego interior y esplendor.
Otros responderían qué la Mezquita de Córdoba, con sus columnas romanas, soportando esos arcos de herradura, con esos dos colores tan característicos.
Otros más no irían tan lejos y se quedarían con la Giralda sevillana, ese imponente almíbar de la que fue la gran mezquita de Ishbilia.
Pero la arquitectura árabe no solo se centra en esos grandes edificios, sino también en los más pequeños.
No es difícil encontrar casas con patios interiores donde una fuente en medio refresca todo el entorno. Y es que si algo tiene Andalucía es mucho sol, y en eso los árabes supieron adaptarse a las condiciones climáticas, buscando el equilibrio perfecto entre frescura y comodidad.
Otro de los puntos fuertes del legado andalusí lo podemos encontrar en nuestra gastronomía.
El gazpacho que refresca el gaznate de todos andaluz tiene sus raíces en la cocina árabe, así como el ajo blanco, la sopa de ajo con almendras o el salmorejo.
Y de postre, ¿qué mejor para endulzarnos que uno de nuestros pasteles más típicos de miel y almendras.?
En cuanto al lenguaje tenemos infinidad de palabras, expresiones o refranes que nos legaron, tales como albañil, alfarero, albóndiga o aceituna, entre otras.
Por último, y no menos importante, podemos encontrar una clara influencia árabe en el flamenco.
Sus ritmos compasados con sus instrumentos, como son la guitarra o la caja, nos revela la presencia árabe, una vez más, en antiguos instrumentos musicales como el laúd o el tambor, así como en la estructura rítmica y forma de cantar tan propias del flamenco.
En conclusión, el legado árabe no es un capítulo cerrado en nuestra historia, sino más bien un capítulo más de todo un libro que acaba de empezar a ser leído.
En esta época de intolerancia y polarización es necesario retroceder unos años en el tiempo hasta nuestras raíces, donde la tolerancia y el diálogo intercultural nos hizo grandes.