Hace sesenta años, Martin Luther King proclamaba: «Tengo un sueño». Hoy, ese grito resuena en nuestra tierra. Andalucía no necesita caridad; exige compromiso para reindustrializarla. Y la historia nos da la razón: fuimos la nacionalidad más rica de España en el siglo XIX. Solo en 1840, exportábamos 16 000 barriles anuales de vino desde Jerez, duplicando cifras previas. Nuestros Altos Hornos de Marbella (1826) fueron pioneros, y minas como Río Tinto o Alquife movían la industria peninsular. Pero nos robaron el futuro. Hubo una gran traición: cuando el centralismo nos condenó.
Tras la independencia americana, las élites andaluzas priorizaron sus privilegios. El Madrid oligarca impuso un proteccionismo que hundió nuestra industria para beneficiar al País Vasco y Cataluña. El resultado fue una caída brutal (García Chacón): de tener un PIB per cápita un 33% superior a la media nacional (1860) pasamos a estar un 30% por debajo en 1930. La burguesía local cambió progreso por latifundios, y el caciquismo enterró proyectos como los Altos Hornos malagueños. Como diría King: «Nada duele más que la traición en tu propia casa».
El fantasma del XIX persiste. Seguimos siendo la nacionalidad histórica con el PIB per cápita más bajo de España (25% inferior a la media). El desempleo es estructural y duplica la media europea. 500 000 jóvenes emigrados en una década. Y, por si fuera poco, repetimos errores: el turismo, que da empleo precario, a la vez que salvaje y descontrolado (33% del PIB andaluz) es el nuevo monocultivo, exportamos litio y hierro en bruto como antaño, y olvidamos que Málaga fue la primera ciudad industrial de España. Hoy, imagino a la provincia de Granada con un hub de agro-tecnología: biofábricas transformando residuos en hidrógeno verde, y tractores autónomos alimentados por geotermia en Guadix. Veo el hierro de Alquife forjando turbinas eólicas en fundiciones solares del Marquesado, no viajando en bruto a Alemania y sueño la universidad de Granada como productor mundial de investigación en hidrología inteligente, heredando el ingenio hidráulico nazarí.
Cuatro, son los pilares en los que nos podemos apoyar: 1) Energía ciudadana, esto es, que, por ejemplo, pueblos como Pizarra (Málaga) sean dueños de sus plantas solares, reviviendo el espíritu de los Altos Hornos. 2) la Agroindustria 4.0: La Vega de Granada debe liderar la agricultura regenerativa con IoT (eficiencia en recursos escasos, como el agua, mejoría de la competitividad andaluza a menor coste y soberanía tecnológica). 3) La minería circular, procesando aquí el litio de Córdoba y el hierro de Alquife. Nuestros recursos y las plusvalías que generan deben quedarse en Andalucía que, debe dejar de ser una colonia a la que le roban las materias primas. Y, 4) Hub logístico: El Puerto Seco de Granada, como centro logístico andaluz, uniría Algeciras con Europa, mediante inversión en ferrocarril (líneas Guadix-Baza y Granada-Motril), coordinación política para evitar duplicidades con Antequera y priorizaría el valor añadido andaluz sobre la exportación de materias primas.
La historia nos enseña que, sin una economía andaluza, no se acaba con el vampirismo de las corporaciones extractivistas de los recursos andaluces. Por eso urge un gobierno andaluz que aplique el Estatuto blindando competencias en energía, puertos e industria. La combinación de fondos europeos, recursos naturales y posición geoestratégica sitúa a Andalucía ante una oportunidad histórica para cerrar la brecha industrial. Y, la creación de una Banca Pública Andaluza para financiar el proceso productivo andaluz apostando por la reindustrialización mediante un Plan Industrial 2030. En 1963, King advirtió: «No habrá paz sin justicia económica». Añado, en Andalucía no habrá justicia sin reindustrialización.
Andalucía no necesita de lenguas prestadas para saber quiénes somos, se nos reconoce como pueblo sin necesitar de idioma propio. Nuestra identidad nace de siglos de cultura, de mestizaje, del surco jornalero, del hierro fundido en Marbella, del aceite que aliña Europa. Nos robaron el pasado con pactos entre élites afincadas en Madrid, Cataluña y Euskadi que nos condenaron a ser el patio trasero de España. Esos pactos deben ser sustituidos por un pacto entre pueblos: Andalucía como la que más.
Que los andaluces y las andaluzas que vengan nos juzguen por lo que hicimos Que la Vega de Granada siembre futuro, no nostalgias. Que el Guadalquivir traiga barcos de industria, no de lamentos. Que cuando un niño o una niña andaluces miren al cielo, vean turbinas hechas en las fábricas de Andalucía, respetuosas con el medio ambiente, no aviones de guerra llevándose su futuro.