El funambulista es definido por la RAE como «acróbata que realiza ejercicios sobre la cuerda floja o el alambre», o sea, unos seres extraños que tienen la habilidad de guardar el equilibrio en las circunstancias más adversas.
Algo de eso debe tener la derecha española viendo cómo rodean o eluden los problemas del país, cómo tratan de sacar ventaja del ejemplo de ese desquiciado, segundón en su formación, defensor a ultranza de lo privado hasta el punto de la barrabasada, inepto como trabajador, ya que nunca ha empleado sus fuerzas ni sus «conocimientos» en beneficio de ninguna empresa (privada o pública) y, asombrosamente Presidente de un país hermano en Hispanoamérica.
Algunos se preguntan en qué academia o universidad privada habrán aprendido los conservadores españoles el arte del funambulismo, a pesar de que para muchos es claro que tuvieron grandes maestros en un pasado que avergüenza a cualquier demócrata.
Los españoles somos muy dados a copiar comportamientos, palabras, usos y costumbres de otros países. Nuestros extranjerismos en el lenguaje, nuestras «tradiciones» de Papa Nöel, los «buenos usos» de Halloween y el empeño en perfeccionarlo, y algunas cosillas más, demuestran nuestra afición a copiar los hábitos; no es el momento de valorar esos calcos foráneos.
Lo que sí sería muy conveniente es que tomáramos buena nota y empezásemos a copiar comportamientos y actitudes coherentes de algunos de los países vecinos. Tal vez la barrera creada en Francia, dejando fuera del juego democrático, como corresponde, a los partidos de extrema derecha, pudiera ser algo que los españoles nos deberíamos plantear de forma muy seria. Siguiendo un símil futbolístico, deporte tan en boga en estos momentos, sería bueno enviar a tercera a la extrema derecha de nuestro país para que compartan espacio político con la extrema derecha francesa.
Recapitulemos un poco para volver al planteamiento inicial: el funambulismo de la derecha de este país.
Quizás es que nuestra derecha, al contrario de la derecha europea, no ha pasado por la criba de la lucha democrática, del esfuerzo que para muchos españoles supuso cambiar mínimamente las estructuras, los comportamientos y los hábitos de tiempos que pensábamos ya olvidados y que la ultraderecha se empeña en recordarnos, casi a diario, que no solo no han sido defenestrados, sino que esos hábitos están enraizados muy profundamente en una parte muy importante, por desgracia, de nuestra sociedad.
También pudiera darse el caso de que el problema de la derecha española es que es corta de miras, o que deben padecer algún tipo de acondroplasia mental. Aunque, por lo que se ve con frecuencia, esos dos posibles problemas los suplen sobradamente con el apoyo incondicional de algunos medios de (des)información obedientes a la voz de su amo.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde; por eso, tengamos esperanzas de que llegará un momento en que dejarán de estar amparados por los medios de comunicación, «sus medios de comunicación», y que la parte de la judicatura que ahora los apoya, o bien se canse de quedar en evidencia ante los ciudadanos, o se les cierren las puertas giratorias y tengan que dedicarse a lo suyo: juzgar. Los que utilizan la toga como uniforme de trabajo llegará un punto en el que tendrán que dejar de hacer política.
Porque cada vez es más claro que a los chicos de extrema derecha y sus acólitos, pseudo sindicatos, asociaciones ultracatólicas y otras afines, cada vez se les irán poniendo más estrechos y más cuesta arriba los caminos.
Dos cosas, cuál agua de mayo, son tremendamente necesarias: que los ciudadanos tomemos conciencia, y ahí hay una labor importante a desarrollar por los mayores, y que actuemos en consecuencia con nuestro voto. Ese sentimiento de pasotismo, esos «todos son iguales», hay que ir dejándolo de lado. Tenemos el ejemplo de Argentina, de Brasil… donde los gobiernos de derechas, una y otra vez destrozan el país, lo hunden en la miseria y hacen retroceder varios lustros las conquistas y los derechos sociales. Quienes defienden a esos energúmenos que destrozan la convivencia es porque son iguales que ellos. ¿Se entiende?
Ya va siendo hora de que, como han hecho los ciudadanos franceses, le pasemos factura a la derecha para que tome conciencia y actúe en el interés de los ciudadanos y no en los suyos. Un país no es cortijo de nadie, tal vez los que tengamos derecho a considerarnos dueños y propietarios del solar patrio seamos los ciudadanos, así de claro y de fácil de entender.
PD: Punto y aparte la catalogación que merece la derecha andaluza, donde el cinismo parece ser asignatura obligatoria para esos alumnos aventajados. Pronto haremos un análisis del comportamiento de Moreno Bonilla y sus muchachos.