¿Quién soy yo para juzgar a la juventud, si hace ya más de cuarenta años que la abandoné? ¿O quizás fuera ella quién me abandonó? Sin embargo, me apetece comenzar el año escribiendo sobre algo que ocupa mis pensamientos e inquietudes y que, en cierto modo, comentaré a continuación.
Sin lugar a dudas, la juventud es denostada y maltratada en multitud de situaciones y conversaciones entre adultos y personas de la tercera edad y, si ampliásemos el círculo, se podría decir que por la sociedad en general. No obstante, haré un alegato a su favor. Digo y afirmo, sin la más mínima duda, que la juventud es una fuente de fuerza transformadora. Si bien, el formato y los tiempos en los que se desenvuelve no son los más deseables por diversas y múltiples razones, ya que la difusión de confusiones interesadas, de siembras de odio y divergencias militantes sobre ella están a la orden del día. Se suele oír aquello de «Ahora la juventud vive en Internet y las redes sociales y ya no necesita que le expliquen nada ni se dejan que les expliquemos nada. Don Google es el gurú que le gestiona todo». Aunque, dicho sea de paso, la juventud siempre ha caminado a lo largo de la historia con un pesado lastre en su contra, como posteriormente intentaré demostrar.
Soy de los que piensan que se hace necesario generar un debate sosegado e intelectual y dejar a los tiktokers, los streamers, los youtubers y todas esas palabras surgidas de este mundo virtual en el lugar que les pertenece que es el del esparcimiento o entretenimiento, pues no es el de la intelectualidad ni es de la formación, ya que no son dignos de esa cualidad o categoría, pero que, sin embargo, para un amplio sector de la población, y especialmente los más jóvenes, sí son referentes intelectuales y formadores (y para mi entender, es necesario alejarlos de esas «influencias» para centrarlo en su verdadero rol).
Se hace necesario colocar a la juventud en el punto de mira de nuestro reconocimiento y empatía social y depositar en ella la confianza, la participación y el protagonismo que históricamente le corresponde. El gran poeta Rubén Darío nos sentenciaba con poderosa razón: «Juventud, divino tesoro…». Expresión poética que para entenderla en su máxima profundidad habría que situarla en su contexto inicial, en la matriz de la que nació, cuál es: «Cantos de vida y esperanza» pues pertenece a ese poemario.
La juventud, siempre, siempre, es y será eso: un canto de vida y esperanza. Como dice el poeta: «… verdor y lozanía de la vida». Todas las transformaciones sucedidas en nuestras vidas y en la historia han estado basadas y sustentadas en su fuerza transformadora, en su potente motor de cambio, porque siempre habrá una «… princesa que cantar», y que toma su valor definitivo en su último verso: «… ¡Mas es mía el Alba de oro!». Versos que están enterrados e intrínsecos en la esperanza. Esperanza de lucha. Esperanza de superación. Esperanza de revolución. Esperanza de que otro mundo, de que otra sociedad, es posible. La primavera siempre resurge del ocaso del gris otoño, por tanto, la juventud es verdor y lozanía de vida y es esperanza de cambio.
En anteriores líneas expresé que intentaría demostrar lo de la denostada y maltratada imagen que se le atribuye a la juventud. Pues lean ustedes atentamente las cuatro siguientes expresiones:
1.-«Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos». (Sócrates 470-399 A.C.)
2.- «Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable desenfrenada, simplemente horrible». (Hesiodo 720 A.C.)
3,- «Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos». (Anónimo –sacerdote 2.000 A.C.)
4.- «Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura». (Escritura en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia —actual Bagdad—, con más de 4.000 años de existencia)
Se hace evidente que la juventud ha sido agredida generación tras generación con una mirada negativa y cruel. Es necesario no seguir cayendo en el mismo obstáculo que nos pone como cebo el establishment oligarca. Seamos inteligentes como sociedad y tapemos nuestros oídos y nuestras conciencias a esos especialistas de la manipulación que nos dicen lo contrario y que nos lo remachan mil veces por minuto, que nos siguen repitiendo las mismas patrañas desde hace más de 2.000 años para crear confusión, desconcierto y barullos generalizando las acciones de algunas minorías juveniles y violentas hacia el concepto de juventud.
«Si queremos una juventud sana, en todos los sentidos imaginables, es necesario cambiar la mirada hacia ellos». El momento indicado para intentar cambiar esa percepción es ahora. No existe mejor momento. La realidad nos dice que la juventud está bien preparada, es solidaria, abierta, integradora, consciente de las desigualdades y competente para asumir retos con sus ideas frescas e innovadoras. La juventud es el combustible que necesita el motor de la humanidad para abrir y transformar el presente en nuevos paradigmas sociales y descartar ese pensamiento de que ser joven es ser irresponsable. Por poner un contraejemplo: Cinco nombres de jóvenes activistas: Yusra Mardini, Sophie Cruz, Ishmael Beah, Malala Yousafzai, y Greta Thunberg, entre otras muchas más que son anonimizadas que desafiaron los estereotipos que la sociedad capitalista nos impone, y que cuyas acciones y sus nombres son conocidos gracias a las redes sociales, porque si fuera por el sistema mediático dominante estarían totalmente invisibilizadas. Sus hazañas son dignas de alabar y deberían ser referentes culturales para producir el empoderamiento de la juventud. (Para mayor profundidad sobre las acciones realizadas por ellas habrá que acudir a Internet, pues es extenso y ocuparía mucho espacio en este artículo).
Ser joven es estar bien informado, bien conectado y organizado, pues ésa es la clave social y cultural para empoderarse y cambiar el rumbo de esa imagen denostada y denigrada que una parte de la sociedad le atribuye y sobre todo para desembocar todo el potencial transformador que tiene en mejorar lo existente. Otra vez con Rubén Darío:
Juventud, divino tesoro / ¡ya te vas para no volver!/Cuando quiero llorar, no lloro/Y a veces lloro sin querer…