Cuentan que cuando se iba a construir la central nuclear de Almaraz, en Extremadura, a principios de los setenta del pasado siglo, un agricultor de la zona, ante la lluvia de parabienes políticos y empresariales que aparecían en la prensa, se empeñó en negar las bondades de la mole de hormigón. Decían, erre que erre, que iba a traer el paraíso a la olvidada región extremeña, pero él erre que erre lo desmentía.
Aquel hombre sin estudios lo más parecido a un átomo que había visto eran las cabezas de ajos que recogía en los sembraos. No obstante, se empeñaba en negar la mayor, enfrentándose a ingenieros, químicos cuánticos, físicos atómicos y otras gentes de ciencia superlativa. En fin, a todo el que alabara el progreso que, según argüían, iba a llegar en forma de kilovatios nucleares.
Su único argumento de oposición era tan breve como irrefutable: «Si fuese tan buena se la habrían quedao en Madrid».
De esta anécdota, que ya conté en un artículo de hace nueve años sobre el mismo tema, me acuerdo a propósito de la colocación de la primera piedra del edificio principal del acelerador de partículas Ifmif-Dones en Escúzar (Granada). Han pasado nueve años desde que el runrún de la energía nuclear de fusión llegó a Granada. El objetivo es desarrollar materiales que soporten las condiciones de explotación.
Nueve años después, para la primera piedra, el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, y la ministra de hacienda del gobierno de España, María Jesús Montero, han puesto a medias 422 millones de euros hasta 2034. Nueve más nueve, dieciocho años de ilusión óptica. El edifico principal va a tardar nueve años en construirse. Probablemente, se haga con fondos de cohesión europeos que podrían destinarse en Andalucía para proyectos de desarrollo industrial e implantación energética de nuestras fuentes principales, el sol y el viento, y no para una tecnología que lleva ya ochenta años prometiendo que convertirá el planeta en jauja.
La energía nuclear de fusión, basada en la integración de núcleos atómicos de dos isótopos del hidrógeno, el deuterio y el tritio, es una vieja promesa incumplida que lleva muchos decenios enterrando dinero público ya en euros, ya en dólares, ya en yenes, sin obtener un sólo kilovatio hora comercial de energía eléctrica.
La energía nuclear de fusión, que siempre nos la prometen que será casi gratis, tiene un enorme potencial político para atacar la democracia. La concentración de poder que supondría controlar tecnológicamente esta fuente de energía haría a la humanidad dependiente de unas cuantas multinacionales y unos cuantos estados. Además, una fuente de energía tan inagotable como el sol, induciría tal grado de consumo que cambiaríamos por completo las condiciones de posibilidad biofísicas del planeta. Más que con el efecto invernadero de los combustibles fósiles. La energía de fusión sería en sí un contaminante planetario debido al segundo principio de la termodinámica. Convertiríamos la tierra en una gran olla hirviente que requeriría más y más energía para enfriarla y así en una espiral infernal.
Hay muchas preguntas que deberíamos hacer sobre el acelerador de partículas para desarrollar la energía nuclear de fusión: ¿Cuánto cuesta de verdad? ¿Quiénes ponen el dinero y quienes se llevan los beneficios si los hubiese? ¿Qué garantías de seguridad tiene una instalación de este tipo? ¿Qué demanda de recursos naturales, agua, y de dónde se obtendría? ¿Si viene a Andalucía, de dónde se quita? ¿Es necesaria? Hay alternativas que evitan la posibilidad de los controles políticos y empresariales antidemocráticos, calentamiento terrestre indiscriminado y tienen, para ya, más potencial de generación de empleo.
El acelerador de partículas para la energía nuclear de fusión es una enorme ilusión óptica. Con el dinero que se destine a su construcción van a ganar mucha pasta grandes empresas del hormigón y el acero, cuyo domicilio social está fuera de Andalucía. Aquí dará trabajo escaso y derramas para pymes. Pan para hoy y hambre para mañana. Como la nuclear de Almaraz. El agricultor cacereño tenía razón. El riesgo y la extracción para Extremadura, el beneficio, de existir, en este caso, para otros.