Esta semana, el nombre de José Bretón —condenado por el asesinato de sus dos hijos— ha vuelto a colarse en los titulares, esta vez no por un nuevo crimen, sino por su voluntad de participar en un libro desde prisión y participar en el espacio público.
¿Tiene derecho a expresarse alguien que ha cometido un acto tan atroz? ¿Debe la sociedad permitirle intervenir, escribir, ser escuchado? ¿O hay líneas que, una vez cruzadas, cierran también la puerta a la palabra?
En TuPeriódico creemos que no hay temas tabú si el enfoque es honesto. Por eso, abrimos este duelo de opinión entre dos de nuestras voces más reconocibles: Sheila Guerrero y Gorka Fernández.
El juicio esta vez no está en los tribunales, sino en la conversación.
Aquí empieza el debate.
por Sheila Guerrero

Sí, cuento chistes sobre Carrero Blanco y no, no quiero que se publique un libro sobre José Bretón
Hay quien dice que si defiendes la libertad de expresión no puedes poner límites. Que si haces chistes sobre Carrero Blanco, tienes que aceptar que José Bretón publique un libro. Que no puedes escoger. Que si te burlas del franquismo, también tienes que escuchar a un asesino de sus propios hijos. Pues no.
Yo también creo en la libertad de expresión. Y precisamente por eso sé cuándo se usa como trinchera para lo intolerable. Porque no todo lo que puede decirse merece espacio. No todo merece papel, altavoz ni escaparate.
Se trata de no repetir el error de siempre: dejar a las mujeres solas, una vez más, frente a los que las destruyen y luego piden un micrófono. Que Bretón tenga derecho a escribir no obliga a nadie a prestarle voz. Publicar es un acto colectivo. Es una decisión política. Y si la libertad de expresión es un valor democrático, entonces también lo es la libertad de negarse a amplificar el horror.
Negarse a publicar ese libro no es censura. Es justicia. Es memoria. Es feminismo. Y si alguien quiere llamarlo censura, que lo haga. A mí que me apunten entre las que dijeron «hasta aquí». Porque el único precedente que me preocupa no es negarle a un asesino el acceso a la narrativa. Es volver a dejar sola a una madre.
por Gorka Fernández

Publicar a José Bretón es repugnante. Impedirlo, más. Sobre los límites de nuestra sociedad.
El solo hecho de tener que escribir esto me provoca una mezcla de arcadas y vergüenza: José Bretón quiere publicar un libro. El mismo José Bretón que asesinó a sus dos hijos. El que mintió, manipuló, simuló. El que convirtió el crimen en farsa. Ahora, desde prisión, pretende ponerlo todo por escrito. Y lo hace para herir.
Me parece miserable. Me parece repugnante. Me parece, incluso, que debería pudrirse en silencio.
Pero —y aquí viene lo difícil— también creo que tiene derecho a hacerlo.
El escándalo no es que Bretón pueda escribir. El escándalo es que creamos que prohibírselo (a él o a su mano literaria, Luisgé Martín, que escribió el libro, según cuenta, para comprender cómo un padre puede asesinar a sus propios hijos) nos convierte en una sociedad más digna. No, lo que nos haría más dignos sería rechazarlo: no leerlo, no difundirlo, no comprarlo, no hacerle de altavoz. Pero el derecho debe seguir ahí. Mañana, hoy, nos hace falta. Porque poder decir no es lo mismo que decir. La ley —toda ella— es un delicado sistema de contrapesos que hay que defender, si no queremos que los efectos indeseados se conviertan en estándar.
No confundamos lo aborrecible con lo ilegítimo. Bretón merece todo el desprecio social, penal y humano, sí. Pero si empezamos a recortar derechos fundamentales por casos particulares, acabaremos con derechos colectivos amputados.
Lo verdaderamente peligroso no es que un asesino escriba. Es que una sociedad quiera borrarlo para no enfrentarse a lo que ha parido.
La libertad de expresión, el juicio social, la memoria, el arte. Todo eso está en juego. Este es solo el primer Duelo de Opinión en TuPeriódico.
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