Con la elección de María Jesús Montero como candidata del PSOE andaluz, el aparato de Ferraz ha optado por la continuidad en su forma más castiza: una tecnócrata del sanchismo tardío, con acento sevillano y cartera presupuestaria, que puede hablar de números sin decir absolutamente nada. No es la candidata que Andalucía necesita, sino la que el PSOE puede soportar sin que su esqueleto se resquebraje. Es decir: otra burbuja a la que ponerle la etiqueta de «progreso» mientras suena Camarón en bucle durante la campaña.
El problema, sin embargo, no es solo el PSOE. El verdadero drama andaluz se juega en las filas de lo que una vez se llamó izquierda transformadora, hoy convertida en un zoco de personalismos, siglas zombies y andalucismo de manual escolar. Adelante Andalucía se presenta como el relevo de algo que nunca existió: una izquierda andalucista coherente. Lo suyo es más bien una performance: anticapitalismo vintage con bandera verdiblanca y discurso prefabricado para Twitter. Un «nosotras sí somos pueblo» que no cuaja más allá de sus propios círculos de confort.
Pero si lo de Adelante chirría, lo de IU y Podemos ya roza el esperpento. Separarse en este momento histórico no solo sería suicida; sería inexplicable. No hay ideología que justifique una fractura cuando ni juntas logran alcanzar el 10%. El delirium tremens de ir cada una por su lado en nombre de no se sabe qué pureza identitaria es la receta exacta para la irrelevancia. Y no, no vale echarle la culpa a Sumar. Porque Sumar, en Andalucía, no existe. Y lo que no existe, ya lo decía el viejo Hegel, no puede operar como causa.
Aquí no hay horizonte. No hay programa común. No hay siquiera un relato compartido sobre lo que significa ser de izquierdas en el sur de Europa en el año 2025. Solo hay cargos, miedos y egos con camiseta de algodón orgánico. Mientras tanto, la derecha pasea por la Giralda como si fuera suya, y probablemente lo sea.
Así que sí, celebren a María Jesús Montero como si fuera la Juana de Arco de San Telmo. Pero no se engañen: el problema no está solo en la candidata del régimen, sino en la absoluta incapacidad de construir alternativa entre quienes dicen querer desmontarlo.