Cada día se oyen más cerca de mis oídos (nuestros oídos) sonidos de tambores de guerra. Cada día se esparcen más noticias de acciones de guerras imperialistas, de masacres genocidas… en definitiva, corren malos tiempos para la lírica; ese dicho que titula este artículo y que tomó como estribillo para su canción el grupo musical Golpes Bajos, es en realidad un verso original del admirado poeta alemán Bertolt Brech.
Hoy mismo hemos desayunado con la noticia, proveniente de medios estadounidenses, y difundida por distintos medios nacionales de noticias, de que Biden autorizará a Ucrania a usar misiles de largo alcance de EE. UU. en suelo de Rusia. Caso de que esta noticia tuviera total veracidad y cumplimiento, nos guiaría directamente al precipicio con todas sus letras y consecuencias. Y esa derivación sería la convicción real de lo que el capitalismo internacional ha estado avivando y activando durante tantísimo tiempo, que no es otra que estar despertando sus monstruos más reaccionarios. Esto me lleva a recordar el fragmento de la película «Novecento» de B. Bertolucci: «Los fascistas no son como hongos, que nacen así en una noche, no. Han sido los patronos los que han plantado los fascistas, los patronos han ganado cada vez más y más y más, hasta no saber dónde meter el dinero». O sea, que la esencia del fascismo es algo que ha sido cuidado y se ha mantenido vivo por parte del gran capital europeo y norteamericano. La violencia imperialista de la OTAN representa la mayor expresión del fascismo a nivel internacional en su agresión a los pueblos que por intereses económicos les imponen la dictadura del dinero, disfrazándolos de democracias liberales. Y no sólo la dictadura del dinero, sino también el marco cultural que lo proteja.
Pero Bertolt Brech no solo se refería en su frase de malos tiempos para la lírica exclusivamente al ámbito militar, sino también a cuando se construyen y marchan tiempos mercantilistas en su máxima dimensión. Desde comienzos de este siglo se ha ido haciendo cada vez más patente esta realidad mercantilista que la hemos ido sufriendo y experimentando en nuestra calidad de vida. Desde los gobiernos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher o Pinochet, allá por la década de los 80, hemos ido presenciando el deterioro programado de lo público, se ha ido descuartizando año tras año el Estado, o lo que es lo mismo, la privatización de empresas estatales; aquí, en España, unas veces el PP de manera más agresiva y otras veces el PSOE, de modo más sofisticado, nominándolo externalización de servicios. Para el bipartidismo y el neoliberalismo pujante todo es mercado.
Algunos ejemplos: La ley del suelo de Aznar establecía que todo suelo era urbanizable, causa principal de la burbuja inmobiliaria y sus posteriores consecuencias y otro: actualmente se considera la vivienda como un bien de mercado, donde los fondos buitre hacen su agosto, aunque nuestra Constitución en su art. 47 lo establezca como un derecho o que en el art. 40 se instituya la redistribución de la renta como consecuencia de dirigir la economía hacia el pleno empleo. El eficaz método empleado ha sido el de utilizar los medios de comunicación de prensa escrita y audiovisual como instrumento para enajenar las masas, anclando en sus mentes que todo eso se hace en nombre de la libertad, ¡ironía de la vida!: La sanidad privada funciona mejor que la pública o que las enseñanzas, ya sean de primaria, secundaria, superior y hasta las universidades, se enseña mejor y mejores ¿valores? en la privada que en la pública. Y así en tantas facetas que nos afectan directamente.
Es tal la penetración que ejercen los medios de comunicación burgueses en la ciudadanía que, de hecho, todavía hay un amplio sector de la población que se cree fanáticamente que los atentados del 11 M fueron producto de ETA y que esta organización sigue activa y más viva que nunca, porque esas expresiones se dicen en las tribunas de oradores del Congreso y Senado o tribunas autonómicas y, también, en las televisiones por ilustrados periodistas-tertulianos y por bocas de destacados políticos. O que es necesario e imprescindible hacerse seguros de protección de viviendas para que no sean asaltadas, porque los dicen los anuncios. O que sigan negando conclusiones científicas del cambio climático, a pesar de lo ocurrido últimamente en las costas españolas y más recientemente en Valencia. O que todos los políticos son iguales y que solo van a inflarse los bolsillos. O que se siga otorgando una confianza infinita a la monarquía borbónica, aun conociendo sus artimañas históricas. O que se siga adquiriendo pólizas de sanidad privada o de pensiones privadas. O mil cosas más que todos conocemos.
En definitiva, nos han adiestrado a convivir con la precariedad, con la incertidumbre laboral y económica, nos han educado para ejercer un consumismo salvaje que está agotando los recursos finitos del planeta con una actitud conformista. Nos han instruido a ser insensibles ante imágenes de pequeños gazatíes ensangrentados, con los ojos abiertos, pero sin vida o ver pequeños africanos desnutridos, mientras los ricos siguen atesorando más y más riquezas de las que ya poseían… ¡Terrible!
Pero hoy toca desmentir a Bertolt Brech y a Golpes Bajos en el sentido de que sí hay que utilizar la lírica para cambiar estos malos tiempos, pero no la lírica imperialista de Occidente contra Oriente sino una nueva lírica que vaya contra el cinismo cultural imperante y que esa hegemonía de pasividad social y de aceptación de «esto es lo que hay» sea sustituida por los versos de Rafael Alberti: hasta enterrarlos en el mar para que las palabras libertad, democracia, derechos humanos etc. no sean deslucidas ni vejadas más y, sin embargo, conceder un sí rotundo para que se hagan creíbles y realizables.
Propongo, ante este panorama, pensar otra vez en recuperar los sueños perdidos para que se abran las puertas de un nuevo modelo social internacional, que ya está trazándose, para ir dejando atrás un mundo unipolar por otro multipolar, es pues que se hace necesario perseguir los valores éticos del humanismo clásico, aprehenderlos y actualizarlos para que sea el faro seguro y potente que contribuya a incrementar la ilusión y la esperanza de la ciudadanía mundial. Volver a apostar con fuerza para cambiar la actualidad distópica de un imaginario apocalíptico por las utopías que nos sirven para imaginar futuros mejores. Lo importante es el primer paso.
Tiempos nuevos para la lírica, donde se implemente la Concordia entre los pueblos.
Tiempos nuevos para una nueva lírica que nos dice que Otro Mundo es Posible, que cambie el marco cultural que cuál yugo ha sido impuesto por el capitalismo mercantilista internacional y que está destruyendo el planeta Tierra por la codicia humana.
Tiempos nuevos para una nueva lírica, como aquella recitada por Miguel Ríos en su Himno de la Alegría: «Ven, canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo Sol en que los hombres volverán a ser hermanos…» O los versos humanos de Miguel Hernández: «Vientos del pueblo me llegan. Vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y dan esperanzas a mi garganta»
En definitiva, humanizarnos en una nueva Humanidad.