Hay una izquierda que está dentro del gobierno de la guerra. No es lo mismo ser que estar. Hay una izquierda que lanza ultimátums, que separa su futuro en el gobierno de su futuro en Andalucía. Dice que es por Andalucía, pero Andalucía alberga las dos principales bases de la OTAN del estado, que a su vez son las bases europeas que más apoyo logístico han prestado al ataque estadounidense a Irán. «Que si Morón que si Rota», en Carlos Cano, como en los griegos el pensamiento, está todo lo que a Andalucía concierne.
No es lo mismo ser que estar, canta Alejandro Sanz. Nadie duda que esa izquierda es de izquierdas, como nadie duda que la mayoría del electorado del PSOE es de izquierdas. Otra cosa es que su acción política esté a la izquierda. No es lo mismo ser que estar, es distinto. Hay una izquierda que se sienta a la siniestra de Pedro Sánchez, pero no está haciendo de izquierda. El dinero se va con facilidad a las armas y se extrae de los servicios públicos, del Fondo de Liquidez Autonómica o del freno a las políticas feministas. No es lo mismo ser que estar.
Hay una izquierda que afirma que hay una «gobierno que asume la responsabilidad de afrontar la destrucción de la corrupción que ha caracterizado al sistema político español», que, contenta y satisfecha por las propuestas de Pedro Sánchez ante el congreso de los diputados, en su comparecencia para rendir cuentas por la corrupción del PSOE que han practicado sus dos últimos secretarios de Organización, declara que «hay legislatura». Pero el problema no es si hay o no legislatura, el problema es que haya o no haya gobierno progresista (no diré siquiera de izquierdas).
Hay una izquierda que prefiere ser del gobierno del rearme, del 5% del PIB para la OTAN, de 10.500 millones comprometidos ya para gasto en defensa, que irán en su mayor parte a la industria de la guerra que dirige el fascista Donald Trump. Una izquierda que prefiere ser a estar, porque estar es actuar. Una izquierda que no actúa para impedir que el gobierno siga comerciando con el estado terrorista y genocida de Israel. Un gobierno que dice ser progresista pero que está completamente escorado a la derecha.
Hay una izquierda que es de izquierdas que argumentó a favor del recorte a las prestaciones de los parados de 52 años. Una izquierda incapaz, no ya de exigir medidas de izquierdas en materia de derecho a la vivienda, sino de forzar al menos que el presupuesto del ministerio de vivienda, del cual solo se ha ejecutado el 32% del año 2024, se destine a bajar el precio de los alquileres y a ampliar la oferta de vivienda social, sin prebendas fiscales para los tenedores del negocio. Una izquierda sumada a los sindicatos «mayoritarios», UGT y CCOO, que consiente la ampliación subrepticia de la edad de jubilación hasta los 71 años, montando así una vía de escape para cuando las pensiones miserables se vayan imponiendo.
No es lo mismo ser que estar, es distinto. Se puede decir ser de izquierdas pero estar en otro lado. Con el PSOE ha ocurrido desde el principio de la transición, ahora, además, con el peligro bélico del momento trumpista, ya no se oculta, ni es ni está. La puerta de entrada a la ultraderecha y el fascismo, la abre el PSOE por circular con el freno de mano puesto y el volante girado a la derecha. Hoy, estar en su gobierno es ser cómplice de su acción. Estar en su gobierno, es unir tu futuro a su futuro.
Nos adentramos en un nuevo ciclo político, un ciclo hegemonizando por quienes quieren destruir toda función social del estado para dedicarlo en exclusiva a la guerra y la coerción. Pensar la estrategia y la táctica desde la izquierda solo en términos electorales es la condición de posibilidad del fracaso y la desesperanza. La socialdemocracia liberal europea ha atado su futuro al rearme trumpista, estar a su lado es acompañarla al desastre que ella misma alimenta y promueve. Estar con quienes se empeñan en estar a su lado sería buscar la misma condena.
En el Estado español, lo que se viene encima no es solo una acometida contra los derechos sociales de las clases medias y populares, lo quieren todo, todo el tiempo. Lo que prepara la ultraderecha significada en Vox y el PP de Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno Bonilla es convertir en legal el estado profundo ilegal que opera desde las cloacas, los medios concentrados en Madrid DF y la alta judicatura. El objetivo es acabar con cualquier atisbo de poder distribuido territorialmente, convertir autonomías en protectorados administrados por virreyes.
No es lo mismo ser que estar. Se puede ser, pero si no se está en el lado del parteaguas que se sitúa en contra del gasto en rearme, que afecta a la inversión social, de la OTAN, del Genocidio, de los retrocesos en políticas de género, del olvido de la inversión en un sistema preventivo y productivo verde o de las prebendas para propietarios, inútiles para acabar con el problema de la vivienda, entonces no se está en la izquierda.
Ese parteaguas define al sindicalismo que la izquierda debe potenciar al igual que define las alianzas de futuro que se deben promover. No es lo mismo ser que estar. En Andalucía, después del conflicto del metal en Cádiz, resulta evidente que hay un sindicalismo que está y uno que es, pero no está. En Andalucía resulta evidente que hay partidos y opciones políticas que están y son y otras que son y no están. Como en el resto del estado, en Andalucía más, la esperanza se construye con el efecto sinérgico de la cooperación entre la izquierda más soberanista y la que está comprendiendo el estado plurinacional (con)federal. No es lo mismo ser que estar, es distinto.