Deben ser muy rentables los inmigrantes. Y no únicamente por una cuestión económica, que evidentemente, porque eso de pagar menos, en dinero negro y no respetar los derechos laborales de los trabajadores, sale muy barato, sobre todo a los empresarios sin escrúpulos. Si además a la condición de ser la parte más vulnerable del mundo laboral, se une la especificidad de ser inmigrante, no cabe duda de que no solo es rentable, sino muy apetecible para los malos empresarios, los que sus principios morales y éticos están muy por debajo del umbral de la decencia y de la moralidad. Hay que decir que, por fortuna, la mayoría, la inmensa mayoría de los empresarios españoles, no están en esas cuadrículas.
Pero además de ser rentable a una minoría explotadora, también le resulta muy rentable a una minoría política. La derecha de la extrema derecha de este país, juega sucio y, haciendo gala de sus bajos principios morales, plantean un debate falso, injusto y de mal trilero al afirmar que los emigrantes quitan el trabajo a los españoles y que son la causa de todos los supuestos «males» que afectan a nuestra sociedad.
Y, claro, con esas bases falseadas, la «solución» que encuentra la derecha de la extrema derecha de este país, viene sobre raíles impregnados de aceite y cuesta abajo: HAY QUE EXPULSAR A LOS EMIGRANTES. Es la respuesta fácil a los planteamientos falsos e interesados.
Causa vergüenza ajena escuchar la propuesta de boca de una parlamentaria de la derecha de la extrema derecha de este país de expulsar a 8 millones de emigrantes. No se puede considerar un error, o una bufonada, es sencillamente una desvergüenza y el mayor ejercicio de cinismo hasta la fecha.
Porque además, amparándose en la situación de «ilegalidad», como si las personas pudieran ser ilegales, amplía el abanico hasta llegar a la tercera generación de «emigrantes» nacidos en España. ¿Cabe más desatino ante tan aberrante declaración? Cualquier ciudadano lego en materia jurídica sabe que una persona nacida en España, según todo nuestro ordenamiento jurídico, y por supuesto nuestra Constitución, tiene de facto la ciudadanía española, independientemente del lugar de nacimiento de sus padres. Una salvedad, los delincuentes deben pagar por sus delitos, ¡Punto!, dejemos de lado la demagogia. Estos sujetos de la derecha, de la extrema derecha de nuestro país, lo ignoran a conciencia, no es que no lo sepan, es que no les interesa saberlo. Es trumpismo puro y duro, o sea demencia e indecencia al máximo nivel.
Parece que algunos han echado unas cuantas paladas de tierra, preferible pensar que no de cieno, a la historia, a nuestra historia. Por los límites de nuestra patria, también para los que nos sentimos progresistas existe la patria, han ido pasando, y asentando sus posaderas, romanos, cartagineses, visigodos… ¡Hasta hemos importado inmigrantes para que ocuparan un trono que no les pertenecía!
Y, cuando todavía no existía siquiera el proyecto de España, aunque en Andalucía sí existía el sentimiento y la realidad de nación, o sea al-Ándalus, fuimos invadidos por los descendientes de aquellos godos que se hicieron dueños de territorios que no les pertenecía. Pero esa es otra historia; tal vez algún día podríamos plantear la cuestión en la triple vertiente histórica, lingüística-cultural y social.
Volviendo a la propuesta, o a la declaración de intenciones de los que están dispuestos a apoyar un gobierno presidido por el Sr. Feijóo, se podrían establecer algunas interrogantes: ¿Qué tipo de emigrantes serían los seleccionados para su deportación? ¿Los emigrantes que quieren expulsar son los que les limpian sus casas, los que cuidan a sus ancianos, los que recogen los tomates de sus invernaderos… y todo ello, hay que decirlo, a precios por debajo de lo establecido legalmente? Sobre hacer llegar esas deportaciones hasta la tercera generación, ¿también serían expulsados los descendientes de extranjeros que militan en la derecha de la extrema derecha como Ortega Smith y la propia Rocío de Meer? Bueno, posiblemente se harían distingos, ya que «siempre ha habido clases y clases». Por cierto, sobre esos inmigrantes que trabajan y cobran en «negro» se deberían tomar algunas medidas adecuadas, como por ejemplo aumentar las plantillas de inspectores de trabajo para que el «mercado laboral» se ajustara a lo dispuesto en nuestra normativa «ad hoc».
Se puede concluir con dos cuestiones. La primera es decirle a la derecha de la extrema derecha que ¡menos lobo, Caperucita! Y la segunda, una exigencia democrática que rebosa decencia: dejen de hacer política, mala política, con las personas.