Si errar es de humanos, rectificar también debe ser. Y aunque nuestro refranero hispánico nos diga que rectificar es de sabios, yo diría mejor que rectificar es de… rectificadores.
Seguro que todos habremos oído muchísimas veces aquello de que las mentiras repetidas mil veces terminan convirtiéndose en verdades. Es de ahí de donde parte mi análisis, mi reflexión:
¿Por qué no rectificar? ¿Por qué dar por sentada la verdad surgida tras una manipulación?
La RAE define que rectificar es:
1. Reducir algo a la exactitud que debe tener. 2. Dicho de una persona: Procurar reducir a la conveniente exactitud y certeza los dichos o hechos que se le atribuyen. 3. Contradecir a alguien en lo que ha dicho, por considerarlo erróneo. 4. Modificar la propia opinión que se ha expuesto antes. 5. Corregir las imperfecciones, errores o defectos de algo ya hecho.
Hay dos hechos recientes a tener en cuenta para que apliquemos la cuestión que nos trae este artículo. Prohibido olvidar, o sea, si hay que rectificar, se rectifica. Si hoy tenemos más y nueva información contrastada de un hecho dado y esta nos proporciona una visión diferente de lo relatado anteriormente ¿Por qué no adaptar esa nueva información a una nueva “verdad”? ¿Por qué no nos hace cambiar de opinión y retomar la anterior? Eso no es ser incoherente, eso es ser necio o tonto. El principio de coherencia debe estar ligado solo a la verdad y a la eficacia de la misma.
¡Vayamos a ello! Estos dos hechos son: UNO: el archivo del caso Neurona de forma definitiva por la Audiencia Provincial de Madrid. DOS: las recientes declaraciones publicadas entre el Emérito Juan Carlos I y Bárbara Rey, sobre la posible implicación del rey de España en la trama del golpe de Estado del 23 F y otras cosas pendientes.
En el caso del Emérito que nos ha tenido más de tres décadas mintiendo en cada emisión navideña sobre las bondades de la familia y de que la ley es igual para todos y después se ha demostrado con hechos palpables y reconocibles que la relación familiar con la reina Sofía solo era aparente y protocolaria, porque este es un país muy católico y ese conocimiento público podría ser dañino a los intereses del Estado y de los fingidos constitucionalistas y los muchos oligarcas que habitan en los áticos de la sociedad. Hoy es sabido que los medios se mantuvieron con la boquita cerrada y bien calladita, pues sí que lo sabían, pero sus publicaciones «estaban impedidas», pero no solo de sus asuntos de amores extraconyugales sino de lo que es más importante de sus mordidas monetarias a cuenta de comisiones cobradas que han desembocado en una fortuna oculta en paraísos fiscales. Si el baluarte de esta democracia se sustenta en una Constitución que mantiene que el rey, sea el que sea, está sujeto a la inviolabilidad y no es responsable de sus hechos ante la ley, muy democrática en esencia no debe ser. ¿Por qué no rectificar? ¿Por qué seguir prodigando simpatía mediática a Juan Carlos I y por ende a su dinastía, cuando es sabido históricamente que los Borbones han sido bribones? ¿Por qué no someter a la voluntad del pueblo si se prefiere un jefe de Estado que lo sea por herencia de familia o por decisión electoral? ¿Monarquía o República?
En el caso del archivo de la causa Neurona que acaparó numerosas portadas y horasde televisión y radio para difamar y atentar contra una organización política joven que venía a intentar cambiar el régimen como resultado de las movilizaciones del 15M y romper con el bipartidismo corrupto heredado del siglo XIX y sellado en la llamada Transición. Hoy sabemos que esta causa nos trajo un nuevo concepto para incluirlo en nuestro vocabulario: lawfare, o sea, asociación de premisas de escaso valor jurídico usado mediáticamente por las cloacas contra posibilidades electorales exitosas de la formación morada.
Una vez conocidos de nuevos estos hechos. ¿Por qué no nos preguntamos qué hay detrás de todo esto? ¿No será que esa amalgama de poder judicial, de poder mediático y de las élites económicas y oligárquicas representadas por una monarquía decadente condiciona la opinión pública? ¿Era su objetivo lograr mantener vivo el mantra del «todos son iguales» y mantener firme y estable la caducada dinastía borbónica? ¿Fue esa la labor determinante para modificar la inicial empatía y transformarla en antipatía y/o a la inversa?
Cabe recordar la célebre frase de Malcolm X que nos advertía: «los medios de comunicación son la entidad más poderosa del planeta. Tiene el poder de hacer inocente al culpable y culpable al inocente, y eso es poder, Porque ellos controlan las mentes de las masas». Y a continuación nos dijo: «¡Prohibido olvidar!»
Pero, una vez expuesto todo lo anterior, la pregunta es: ¿quién repara el daño? O, ¿cómo se repara el daño? Yo propondría varias opciones:
1.— Una Ley de Medios que: a) ponga coto a los bulos y que se aplique castigos y delitos a quienes difamen, injurien o calumnien a sabiendas; b) Que se obligue a publicar rectificaciones en concordancia con el tamaño, espacio y tiempo de dicha difusión no contrastada y manipulada. c) Inhabilitar a la dirección del medio y/o al profesional de la información por mala praxis deontológica, con relación al daño causado. Al igual que ocurre con jueces, con docentes o cualquier empleado, sea público o privado, que no desempeña bien sus funciones.
2.— Un cambio en el sistema educativo para que una o un estudiante cuando concluya su periplo escolar salga educad@ en entender el método científico, en saber diferenciar la ciencia de la pseudociencia, en comprender y discriminar críticamente las informaciones recibidas, en hacerse preguntas y buscar respuestas, en saber comunicar y defender una opinión respetando la de los demás, en definitiva, en ser ciudadanos y ciudadanas conscientes, informad@s, solidario@ y comprometid@s democráticamente e institucionalizar el prohibido olvidar porque rectificar es de rectificadores
3.— Y ¡cómo no! Rectificar. Que la ciudadanía se acoja al derecho a rectificar.
Por cierto, ayer se conoció que el PP (el partido político con más casos de corrupción en España) puso una querella criminal por corrupción al PSOE (el segundo partido político en casos de corrupción) en la Audiencia Provincial de Madrid basado en una información periodística, o sea entramos otra vez en la ruleta de la justicia prospectiva y de las posibles miles de horas televisivas y de radio que depararán para desprestigiar al gobierno. Ese medio es The Objetive, dirigido por venezolanos emigrados al Barrio de Salamanca de Madrid. (“Más madera” gritaba Groucho Marx.)